Ir al contenido principal

Elegidos





“Venían a oírlo  y a que los curara de sus enfermedades”  (Lc 6,18)

Entre la actividad en la sinagoga y la enseñanza en la llanura, Jesús va al monte a orar largamente.
 Pidamos a nuestra Madre buscar con verdadera pasión buscar cada día un tiempo para estar a solas con quien sabemos que nos ama, como decía Santa Teresa, Maestra de oración.
Fruto de la plegaria es la creación, con los doce, de una comunidad más estable de discípulos.
Son los que le acompañarán en la misión evangelizadora. Y ellos también serán enviados.
Con ellos va al encuentro del pueblo, gente muy variada, pero unida por un objetivo: escuchar la palabra de Jesús y ser curados de sus males.

- Gracias, Señor, porque me has llamado a vivir unido a ti en la oración, en la vida de comunidad y en el servicio a todos.

Gracias, Señor, porque me elegiste, cuando nadie daba nada por mí y tú te la jugaste.
Gracias, Señor, porque tenía compañeros de mucha más valía, y me elegiste a mí.
Eres maravilloso, Señor.
Eres desconcertante, pero eres formidable.
“María se sentía tu esclava, y la elegiste como madre de tu hijo”.
Yo no tenía futuro alguno, y me has elegido y privilegiado.
¡Gracias porque los pequeños somos grandes delante de ti!


¿De qué sirve una religión que entretiene, pero que no da respuestas a las preguntas hondas ni cura las dolencias del corazón?
El encuentro con Jesús siempre es novedoso, siempre cura.
Haz tú también hoy el camino de la gente. 
Vete a Jesús. 
Dile que te cure.

Lo que tocas,
Jesús, lo llenas de vida.
Cuando me acerco a ti,
Jesús, me llenas de vida y de alegría.
Gracias, Jesús.
 
El gran secreto de la vida es... sabernos amados por Dios.
En nuestra sociedad donde todo se hace para usar y tirar, las cosas salen en serie, sin características propias: los mismos modelos de zapatos, el mismo estilo de vestir, las mismas comidas, el mismo diseño de construcción, las mismas expresiones de vocabulario... queremos igualarnos tanto que perdemos hasta la identidad.
La sociedad nos masifica, nos despersonaliza, nos hace iguales.
Con Dios no es así; para Él cada uno es único, singular e irrepetible: Dios no hace las cosas en serie.
Dios nos conoce y nos llama por nuestro propio nombre y al identificarnos nos da el ser que nos autentifica.
Su amor nos crea en cada momento porque su Palabra llega directa al corazón y desde esta interpelación nos potencia y dinamiza para la misión que cada uno trae a la vida.
El gran secreto de la vida es sabernos amados.
Con esta certeza nuestra vida se llena de sentido, basta que Él susurre mi nombre al oído para que todo se llene de emoción.
Es la confianza de sabernos amados con un único amor, grande y fuerte.

ORACIÓN
Jesús: Tú eres siempre una sorpresa,
eres el amigo que se encuentra sin esperarlo.
Y yo te he encontrado.
No esperaba conocerte tan de cerca.
Pero llegaste, como a la Samaritana,
y me has dicho: "Dame de beber".
Como a Zaqueo, elevaste los ojos
hasta el árbol en que estaba,
y me dijiste: "Baja,
que quiero hospedarme en tu casa".
Sabes que te necesito, y llegas sin que te llame.
Permíteme acompañarte en el camino.
Tú me conoces y sabes lo que quiero,
lo mismo mis proyectos que mis debilidades.
No puedo ocultarte nada, Jesús.
Quisiera dejar de pensar en mí,
y dedicarte todo mi tiempo.
Quisiera entregarme por entero a ti.
Quisiera seguirte a donde quiera que vayas.
Pero ni esto me atrevo a decirte, porque soy débil.
Esto lo sabes mejor que yo.
Sabes de qué barro estoy hecho,
tan frágil e inconstante.
Por eso mismo te necesito aún más,
para que Tú me guíes sin cesar,
para que seas mi apoyo y mi descanso.
¡Gracias por tu amistad, Jesús!

Comentarios

Entradas populares de este blog

SAN JOSÉ

Salve, José, amante y tierno padre. Salve, guardián de nuestro Redentor. Esposo fiel de tu bendita Madre y salvador del mismo Salvador. Al buen Jesús pudiste ver sin velo y sobre ti sus miembros reclinó. Al Hacedor de tierra, mar y cielo con cuánto amor le besas y te besó. ¡Oh, qué feliz el nombre de Hijo que dabas! Ninguno fue por Dios tan encumbrado como tú, José. ¡Oh, fiel guardián de nuestro Redentor! Dichoso aquél, José, que tú proteges y el que con fe te invoca en la aflicción, jamás, jamás lo dejas sin amparo y protección. ¡Oh, San José, amante y tierno padre, santo sin par y espejo de virtud! Haznos amar a la divina Virgen y a nuestro Dios y Salvador. “Protege, oh bienaventurado José, protégenos en nuestras tribulaciones. Defiéndenos de las asechanzas del demonio, protégenos con tu patrocinio, y ayúdanos y sostennos con tu auxilio para que podamos santamente vivir, piadosamente morir y alcanzar en los cielos la eterna bienaventuranza”. (León XIII)

Gracias, Señor.

El titulo de esta entrada me la ha do el Papa Francisco esta mañana en su tuit  @ Pontifex_es Termina un año y estamos a punto de comenzar uno nuevo. Se cierra un libro y empieza un nuevo libro con las paginas en blanco. Hoy es un buen momento para hacer balance del año, pedir perdón, dar gracias y pedir ayuda.  En el año que termina ha habido de todo, pero la certeza del amor de Dios ha estado conmigo todos los días. Su ternura la he sentido muchas veces, y muchas veces su mano me ha levantado. Gracias, Señor porque no termino el año sólo y el nuevo lo puedo empezar contigo. Por eso yo no le pido nada al 2015, yo se lo pido a Dios. En tus manos Señor pongo mi vida en este nuevo año 2015

La familia según el papa Francisco

100 consejos de papa Francisco a las familias que se encuentran esparcidos en las catequesis pronunciadas entre diciembre de 2014 hasta septiembre de 2015.   1.   “Permiso”, “gracias”, “perdón”.   En efecto, estas palabras abren camino para vivir bien en la familia, para vivir en paz. Son palabras sencillas, pero no tan sencillas de llevar a la práctica. Encierran una gran fuerza: la fuerza de custodiar la casa, incluso a través de miles de dificultades y pruebas; en cambio si faltan, poco a poco se abren grietas que pueden hasta hacer que se derrumbe (13 de mayo de 2015). 2. La primera palabra es “permiso” (…) Entrar en la vida del otro, incluso cuando forma parte de nuestra vida, pide la delicadeza de una actitud no invasora, que renueve la confianza y el respeto. La confianza, en definitiva, no autoriza a darlo todo por descontado. Y el amor, cuando es más íntimo y profundo, tanto más exige   el respeto de la libertad y la capacida...