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Mostrando las entradas etiquetadas como Sábado III Adviento

Bendito

  "¡Bendita tú entre las mujeres,  y bendito el fruto de tu vientre!"   (Lc 1,39-45). Conocemos, por el evangelio según San Lucas con qué actitud esperó la Virgen María el nacimiento de su hijo: con actitud de servicio. Aceptado el plan de Dios, ella se pone en camino, corre aprisa, a la montaña, para servir a su prima Isabel. La madre de Dios se hace servidora. María se levanta, se pone en camino de prisa. No hay tiempo que perder. No hay pensamiento que retenga, sentimiento que atrape o razones que marear. Lo urgente es servir. Ayudar a quien más lo necesita sin detenerse en los problemas propios. Otros están esperando. El encuentro de estas dos mujeres, elegidas por Dios y llenas de gracia y Espíritu Santo, se convierte en presencia de Dios, en oración para la humanidad, en privilegio para dirigirnos a Dios con las palabras de Isabel. La presencia de María se convertirá para todos nosotros en presencia de Dios, que todo lo mueve, que todo lo cambia. ...

Viene

  "Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo."    (Mt 1,1-17) Dios siempre cumple. Dios nunca abandona a su pueblo. Dios nunca te abandonará. Es fiel y cumple su palabra. Un día se lo prometió a Abrahán y ha cumplido su palabra. Pero a su tiempo. Es una invitación a caminar en confianza en un Dios que hace realidad lo que promete. Dios sigue haciéndose presente, nos sigue engendrando para que demos la luz que nace de su Hijo. Ahora, tú, yo nosotros, somos continuadores de esa genealogía. Somos los que somos porque los que nos precedieron fueron. Unas raíces que nos hacen asentarnos en el presente. Y unas raíces que tenemos que seguir cuidando para los que nos continuarán en el futuro. Viene en la historia, tiene una familia, un largo árbol genealógico que lo sitúa en un lugar, descendiente de una estirpe, nacido de una mujer... El evangelista quiere resaltar esto de Jesús. No es de 'generación espontánea', ni es fruto de...

Nada es imposible

  “Gabriel anuncia el nacimiento de Juan Bautista”.  (Lc 1, 5-25) No hay oración que Dios no escuche ni lágrima que no recoja.  Nuestras súplicas no caen en saco roto, tendrán respuesta. Pero los tiempos de Dios no son los nuestros, ni sus caminos son nuestros caminos. Confía. No pierdas la esperanza. Hacer un poco más fácil, más amable la vida de los que te rodean.  Ofrecer un poco de alegría, una sonrisa que entone el alma de quien se siente gastado, apagado, abatido. Dar de ti mismo, tiempo, energías, recursos escondidos. Desplegar dones y talentos en favor de los demás. No dudes, hasta lo inimaginable, si tiene que ser, será. Puedes poner un montón de pegas, pero será.   Dar fe es confiar en que la palabra de Dios siempre se cumple. La duda de fe es desconfiar del querer de Dios. Necesita pedir pruebas, buscar certezas, comprender el misterio.  Ante Dios solo nos queda la acogida o quedarnos sin palabras por nuestra incredulidad. Zacarías e Isabel. Difi...