«Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer.» (Lc 17,7-10). Jesús nos enseña el antídoto al veneno de la soberbia. Nos vemos tentados a caer en la apropiación indebida del éxito o de los afectos. Claro que podemos disfrutar y celebrar las alegrías de la vida. No quiere Dios la autoflagelación ni que enterremos los talentos que él mismo nos ha dado para brillar. Lo que no es sano es la competitividad, la comparación, el egoísmo. La soberbia desprecia la pequeñez. Dios la ama. Existe la pretensión generalizada de atribuirse a uno mismo los éxitos y culpar a los demás de los fracasos. Necesitamos una cura de humildad para hacer nuestra la expresión evangélica: "somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer". Sólo la humildad nos eleva. «Hemos hecho lo que teníamos que hacer» En una cultura donde se premia a quien no hace lo que debe, se nos recuerda que la vida ha de estar llena de pequeñas cosas en las que mostram...