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Elegidos

 

«Llamó a sus discípulos, escogió de entre ellos a doce» 

(Lc 6,12-19).  

Jesús empieza el día en oración. Desde ella orienta toda su actividad. Apoyado en ella, llama a sus discípulos y elige a los apóstoles. Enseña y cura sostenido por ella. Trasmite su fuerza a quien quiere tocarlo

No debemos olvidar que Jesús escogió a doce. Ellos guían a los discípulos con la sabiduría que da el Espíritu, pero también tienen la obligación mayor de ser coherentes en su vida con el testimonio y ejemplo que deben dar.

Después de una noche entera de oración, Jesús escogió de entre sus discípulos a doce, a quienes nombró Apóstoles: mensajeros de la Buena Noticia. Las doce tribus del antiguo pueblo son, ahora, los doce pilares del nuevo pueblo, cimentado sobre la piedra angular que es Cristo.

La importancia de los apóstoles viene dada al ser elegidos por Jesús, no de sus carreras, de sus profesiones, de su preparación. Jesús los eligió por ser lo que eran, seguidores suyos, hombres buenos que le escuchaban y eran sus amigos. También nos elige a nosotros.


Tenemos que sentirnos elegidos por Jesús como ellos, con la misma responsabilidad que ellos. Nos conoce por nuestro nombre, sabe de nosotros, nos llama, nos envía, nos acompaña.

 La importancia de los apóstoles viene dada al ser elegidos por Jesús, no de sus carreras, de sus profesiones, de su preparación. Jesús los eligió por ser lo que eran, seguidores suyos, hombres buenos que le escuchaban y eran sus amigos. Tenemos que sentirnos elegidos por Jesús como ellos, con la misma responsabilidad que ellos. Nos conoce por nuestro nombre, sabe de nosotros, nos llama, nos envía, nos acompaña.

“Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades” ¿De qué sirve una religión que entretiene, pero que no da respuestas a las preguntas hondas ni cura las dolencias del corazón? El encuentro con Jesús siempre es novedoso, siempre cura. Haz tú también hoy el camino de la gente. Vete a Jesús. Dile que te cure.

Lo que tocas, Jesús, lo llenas de vida. 
Cuando me acerco a ti, Jesús, me llenas de vida y de alegría. 
Gracias, Jesús.

"Toda la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos." Esa fuerza que cura a todos es el Espíritu Santo. Es la fuerza del amor que acerca lo divino, se entremezcla con lo humano y lo santifica llevándolo a su plenitud. Ese amor sigue siendo el mismo, capaz de despertar, de sanar, de transformar, de resucitar. Lo que necesita personas que llenas de ese Espíritu lo contagien y transmitan. Por eso Jesús sigue llamando. Pronuncia nuestro nombre y nos invita a que le sigamos en su misión.


 Señor Jesús, Tú que pasaste la noche en oración al Padre y elegiste a los Doce para que fueran tus testigos, enséñanos a escuchar tu voz y a responder con fidelidad a tu llamada.
Virgen María, Madre de la Iglesia, Tú que guardaste en tu corazón la Palabra de tu Hijo y acompañaste a los apóstoles en su misión, enséñanos a escuchar la voz de Cristo y a responder con generosidad a su llamada. Intercede por nosotros, para que seamos fieles discípulos en la Iglesia, construyendo unidad, amor y esperanza.
María, Madre de los apóstoles y Madre nuestra, guíanos siempre hacia tu Hijo Jesús. Que nunca falte en nuestro corazón la fe, en nuestras palabras la esperanza y en nuestras manos el amor.
Amén.

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