“No llores… levántate” (Lc 7,11-17). Jesús no pasa de largo ante el dolor. Se compadece de una viuda que había perdido a su único hijo. La consuela en sus lágrimas, y le devuelve a su hijo. Su profetismo no se queda solo en palabras, sino que da vida donde aparece el sufrimiento y la muerte. En Naín, la Vida tocó al cortejo de muerte. Cristo se inclinó hacia la viuda y el hijo resucitó: señal de que la aurora ya irrumpe. El Reino se acerca, la compasión vence al llanto. El Mesías ya camina entre nosotros. «Al verla se compadeció de ella» No se trata de tener lástima del que sufre, sino compartir el dolor para poder acompañar y decir con un corazón sincero "no llores", pero para eso la sinceridad de la mirada debe ser reflejo del silencio con el que acompañas tanto dolor. «No llores.», le pide que se pare todo un momento, quiere 'tocar' esa realidad de muerte y dolor, de soledad y pérdida para que todo sea diferente. La propuesta de Jes...