"El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres, lo matarán, pero resucitará al tercer día". (Mt 17,22-27). El anuncio de la pasión y muerte no sólo afecta al enviado de Dios sino también a la propia condición humana. Pero el Señor, en esa propia condición, ha vencido a la muerte y ha abierto un camino de esperanza hacia la vida plena, feliz y eterna. No existe otra alternativa. La fe en la resurrección modifica la forma como acogemos las micromuertes diarias. La vida nos lleva a la entrega. Podemos calcular y medir nuestro darnos, o podemos activar la generosidad y la gratuidad. Dar la vida no es con hechos heroicos, sino en el amor y pasión que ponemos en lo que vivimos. Resucitar es dar con alegría. Danos, Señor, un corazón comprensivo como el tuyo, capaz de escuchar y de abrirse a los hermanos, para compartir con ellos las penas y alegrías. No debemos tener privilegio por ser seguidores de Jesús. Estamos llamados a ser discípulos...