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Mostrando entradas de junio, 2010

Saramago murió; Dios vive

VER Ha fallecido José Saramago, de origen portugués, premio Nóbel de Literatura, escritor prolífico y profundo, crítico de los sistemas, comprometido con los marginados, agudo para analizar los fenómenos sociales y políticos, libre para denunciar opresiones, fiel a sus convicciones marxistas. No podemos regatear sus méritos literarios y sociales. Fue un ateo convencido y beligerante. Atacó acremente a nuestra fe, haciendo una interpretación tendenciosa e históricamente incompleta del cristianismo, de la Iglesia y de la práctica religiosa. Manifestó no tener fe en otra vida con Dios, como la esperamos los creyentes, pues rechazó la misma existencia de un Ser Superior. Esto le trajo dividendos de fama e ingresos económicos, con grandes espacios en medios de la misma tendencia. Ya murió, pero Dios, a quien él negó, no morirá jamás. Mueren famosos literatos, como moriremos todos, pero nuestra fe en un Dios vivo y trascendente nos sostiene en la esperanza. La vida tiene pleno sentido

Para reflexionar

“Si quieres ser realmente eficaz, hunde tu azada en la tierra y trabaja; pero hunde también esa otra azada de tu oración en el corazón de Dios, y deja que Él trabaje contigo”

HIERE LA MISERIA DE MI CORAZÓN

Mi oración, Dios mío, es ésta: Hiere, hiere la raíz de la miseria de mi corazón. Dame fuerza para llevar ligero mis alegrías y mis pesares. Dame fuerza para mi amor dé frutos útiles. Dame fuerza para no renegar nunca del pobre, ni doblar la rodilla al poder del insolente. Dame fuerza para levantar mi pensamiento sobre la pequeñez cotidiana. Dame, en fin, fuerza para rendir mi fuerza, enamorada, a tu voluntad. Rabindranath Tagore

Los sacerdotes, “primeros obreros de la civilización del amor”

Los sacerdotes, “primeros obreros de la civilización del amor” Intervención de Benedicto XVI con motivo del Ángelus de este domingo. Queridos hermanos y hermanas: En los días pasados ha concluido el Año Sacerdotal. Hemos vivido aquí, en Roma, días inolvidables, con la presencia de más de quince mil sacerdotes de todas las partes del mundo. Por este motivo, deseo dar gracias a Dios por todos los beneficios que este Año ha producido en la Iglesia universal. Nadie podrá medirlos nunca, pero ciertamente ya se ven y se verán todavía más los frutos. El Año Sacerdotal ha concluido en la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, que tradicionalmente es la "jornada de santificación sacerdotal"; esta vez lo ha sido de manera especial. En efecto, queridos amigos, el sacerdote es un don del Corazón de Cristo: un don para la Iglesia y para el mundo. Del Corazón del Hijo de Dios, desbordante de caridad, proceden todos los bienes de la Iglesia, y en él tiene su origen la vocación de

San Antonio de Padua, “invocado y amado en todo el mundo”

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Fiesta de S.Antonio en Nerva (Huelva) "Jesús ha prometido que siempre habrá signos en la Iglesia. San Antonio de Padua es uno de estos signos" (Juan Pablo I) San Antonio de Padua nos ofrece una propuesta de vida cristiana a todos los que somos sus devotos. Como afirmaba  el Papa León XIII; es uno de los santos que mejor ha ganado el corazón del pueblo fiel. Es conocido invocado y amado en todo el mundo. La vida de Antonio de Lisboa , allí nació, fue breve en los años transcurridos aunque muy intensa en su entrega a los necesitados y a quienes se le acercaban. Un santo que vivió humilde repartiendo su pan de la caridad y el pan de los milagros a todos los que se lo pedían. Fue otro franciscano, San Buenaventura, quien dijo: «Acude con confianza a Antonio, que hace milagros, y el te conseguirá lo que buscas.» La verdadera misión de San Antonio estaba en el púlpito. Poseía todas las cualidades del gran predicador: ciencia, elocuencia, un gran poder de persuasión,

Invocación a Cristo

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  Cuando el dolor arrecie: Me volveré a Cristo Cuando la inyección duela: Clamare a Cristo. Cuando la nostalgia golpee: Buscare a Cristo. Cuando sobrevenga el miedo: Me refugiare en Cristo. Cuando el dolor me venza. Me pondré en la Cruz con Cristo. Cuando no me pueda levantar: Estaré postrado con Cristo. Cuando pierda una parte de mi cuerpo: Se la ofreceré a Cristo. Cuando no pueda dormir. Vigilare con Cristo. Cuando mi fe desfallezca Clamare por Cristo. Cuando me sienta abandonada Buscare a Cristo Cuando tenga problemas, disgustos, Clamare por Cristo Cuando me duela la cabeza: Pensare en las espinas de Cristo. Cuando mi corazón desfallezca: Recordare el corazón traspasado de Cristo. Cuando mis pies no se muevan: Mirare los pies clavados de Cristo. Cuando vea correr mi sangre: Me uniré a la flagelación de Cristo. Cuando viva abandonado: Me abandonare en la soledad de Cristo. Cuando oiga palabras duras: Recordar

Homilía en la Clausura del Año Sacerdotal

  Benedicto XVI:  “Dios se acerca al hombre a través del sacerdote”  Aquí os dejo algunos párrafos de la brillante homilía del Papa hoy. “El sacerdocio no es un simple «oficio», sino un sacramento:  Dios se vale de un hombre con sus limitaciones para estar, a través de él, presente entre los hombres y actuar en su favor.  Esta audacia de Dios, que se abandona en las manos de seres humanos; que, aun conociendo nuestras debilidades, considera a los hombres capaces de actuar y presentarse en su lugar, esta audacia de Dios es realmente la mayor grandeza que se oculta en la palabra «sacerdocio».  Que Dios nos considere capaces de esto; que por eso llame a su servicio a hombres y, así, se una a ellos desde dentro, esto es lo que en este año hemos querido de nuevo considerar y comprender.  Queríamos despertar la alegría de que Dios esté tan cerca de nosotros, y la gratitud por el hecho de que Él se confíe a nuestra debilidad; que Él nos guíe y nos ayude día tras día.  Queríamo

El Mesías está entre vosotros

Cuentan que un día un monasterio, que una vez fue muy famoso estaba en decadencia, cada día había menos monjes. Los monjes tal parecía no se llevaban bien entre sí.   Un día el Abad del monasterio fue a consultar a un sabio rabino que le diera algunos consejos para que su monasterio volviera a florecer como en la antigüedad. El rabino dijo que no tenía ninguna palabra en concreto de Dios pero que solamente le podía decir una cosa y esto lo sentía en su corazón de que el Mesías estaba en el Monasterio, el Mesías estaba entre ellos. El Abad regreso al monasterio y relato lo que el rabino le había dicho a todos los monjes de su comunidad. Ellos comenzaron a preocuparse y a preguntarse unos a otros en silencio quien será el Mesías, ¿será el hermano Rafael, será el hermano Juan, será el hermano Agustín?, el caso es que los monjes como no sabían realmente cuál de ellos era el Mesías comenzaron a amarse los unos a los otros, comenzaron a preocuparse los unos por los otros, a servirse los