« Me levantaré y volveré donde mi Padre ». (Lc 15,11-32) Un hijo menor alejado por su interés, conquistas, su deseo de engrandecerse. Un hijo mayor apresado en las normas, el perfeccionismo y su deseo de ser bueno. Un Padre generoso, misericordioso, que no se cansa de esperar el encuentro para derramar ternura y amor. De eso trata el evangelio de hoy Quien se ha equivocado, a menudo se siente reprendido por su propio corazón; distancia, indiferencia y palabras hirientes no ayudan. Por eso, según el Padre, es necesario ofrecerles una acogida cálida, que aliente para ir adelante. (Francisco) Con qué facilidad podemos engañarnos a nosotros mismos y seguir el camino fácil y cómodo. Suerte que contamos con un Padre que siempre está dispuesto a perdonar, que nos espera con los brazos abiertos. ¡No le falles! Volver a casa. El deseo que ansía nuestra alma peregrina. Volver a sentir el abrazo que acoge, que no hace reproches, que transforma en gozo las lágrimas y hace un...