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Mostrando entradas de noviembre, 2022

Pescadores

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  «Venid y seguidme,  y os haré pescadores  de hombres». Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.   (Mt 4,18.-22) La vida de san Andrés no fue como él la esperaba, como él la preveía: fue mucho más feliz. Sigamos al Señor sin querer controlarlo todo. Dejar las redes es un paso en este Adviento. Se trata de que entres en tu corazón sin las cosas que te dan seguridad aparente, que salgas de la rutina y de la pereza que te roban alegría. Inicia un camino de verdad. Lo más importante es el Dios que te llama y que desea encontrarse contigo. Tiene una palabra para ti en este Adviento. Abre los oídos del corazón y ponte a la escucha. El silencio y la oración pueden ayudarte. Dispón, Señor mi interior para seguir caminando en el Adviento.   La paz del corazón y la alegría del Evangelio me salen al encuentro. “Venid en pos de mi y os haré pescadores de hombres”. Vamos detrás de Jesús. La iniciativa y guía es él. Sin protagonismo ni mérito porque somos seguidores. Él es quien

A los pequeños

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  “Lleno de la alegría del Espíritu Santo”    (Lc 10, 21-24).           A Jesús le brota una alegría desbordante, y la deja correr a su alrededor como hace la fuente con el agua. Es la primera vez que los suyos realizan algo que responde a la acción del Espíritu: han ayudado a los caídos a recuperar su dignidad. La desconcertante experiencia de Dios, traducida en mil gestos de servicio a los demás, que posee la gente sencilla es un tesoro para la Iglesia.            Me acerco despacio a las personas y me dejo sorprender por las maravillas que el Espíritu recrea en ellas cada día. Me alegro y alabo a Dios por todo ello.             Él devela sus secretos y su misterio sólo a los sencillos de corazón. Nuestro Padre, oculta el Reino a los sabios y “prudentes” y lo revela a los “pequeños”. ¡Cuántas veces somos soberbios y altivos! Aprendamos a ser sencillos, humildes. El primer paso para hacer cosas grandes es hacernos pequeños. Se esconden las cosas a los sabios y entendidos

Una palabra

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  "Señor, no soy digno  de que entres bajo mi techo.  Basta que lo digas  de palabra,  y mi criado quedará sano".     (Mt 8, 5-11) Jesús nunca permanece indiferente ante el sufrimiento, ante nuestras necesidades, por eso necesitamos fe que nos ayude a vivir con la certeza de que la presencia de Jesús es fuente de vida y esperanza para nuestra existencia. Era extranjero, pero estaba persuadido de que aquel judío que predicaba la misericordia de Dios sería el único capaz de curar a su criado de la enfermedad. Acepta que no es digno de que entre en su casa, pero su palabra poderosa lo podrá curar. Jesús mismo alaba su enorme fe. Que nuestra fe sea capaz de mover montañas.   ¿A qué estamos esperando? Es hora de renovar nuestra conciencia y nuestra respuesta a Cristo. En Jesús que se acerca a la casa del centurión, que se acerca a cada uno de nosotros, descubrimos el rostro de nuestro Dios viniendo a visitar a nuestra humanidad. Dios ha venido para quedarse en el coraz