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Mostrando las entradas etiquetadas como Juan

Juan, Pedro y Judas

  “Uno de vosotros me va a entregar… No cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces”. (Jn13,21-33;36-38). Jesús sabe que lo van a entregar, a negar y abandonar los amigos y, sin embargo, se sienta con ellos a la mesa. Los ama hasta el extremo. En el momento de mayor fragilidad y oscuridad, Jesús no se cierra en su dolor, ni da vueltas a su pena, sino que parte y nos reparte su vida. Revela, en los gestos de la última cena, la calidad y la hondura de su amor.   Jesús se sienta a la mesa con sus discípulos. Había compartido días, dificultades y cansancio. Y pone la verdad sobre la mesa. Uno lo va a entregar, otros no lo van a entender, otro lo negará y todos lo dejarán solo. Una Pasión de Amor no correspondido. En el dramático contexto de la última Cena, la exigente misión de Jesús se hace sentir en signos muy cálidos y muy concretos. Como el Mesías largamente anunciado y ardientemente esperado, Él lleva inscrito en su mismo destino la tarea de « reunir a...

¡¡¡Vamos a responder!!!

  «Se ha cumplido el tiempo  y está cerca el reino de Dios.  Convertíos y creed en el Evangelio».    (Mc1,14-20). Hay algo de urgencia vital en las palabras de Jesús. No podemos ralentizar o posponer lo que Dios sueña con nuestras vidas. Entrar en el Reino es descubrirnos en la grandeza que Dios nos regala y esa misma grandeza desplegarla en toda la realidad. La existencia es densa en contenido divino. Son nuestros ojos poco entrenados los que pasan diariamente por delante de tesoros que se nos vuelven escondidos. Cuando el Señor nos llama nos limpia la ceguera y descubrimos que todo participa de la Gloria de Dios. Jesús llega como con prisa: apremiando, despertándonos a los que vivimos soñolientos, demasiados tranquilos, instalados. Para que quede bien claro, desde el principio, que hay mucha tarea por delante. Vivamos la alegría del Evangelio. Jesús es la luz del mundo y que nos llama a seguirle. Cuando seguimos a Jesús, podemos experimentar la t...