“Uno de vosotros me va a entregar… No cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces”. (Jn13,21-33;36-38). Jesús sabe que lo van a entregar, a negar y abandonar los amigos y, sin embargo, se sienta con ellos a la mesa. Los ama hasta el extremo. En el momento de mayor fragilidad y oscuridad, Jesús no se cierra en su dolor, ni da vueltas a su pena, sino que parte y nos reparte su vida. Revela, en los gestos de la última cena, la calidad y la hondura de su amor. Jesús se sienta a la mesa con sus discípulos. Había compartido días, dificultades y cansancio. Y pone la verdad sobre la mesa. Uno lo va a entregar, otros no lo van a entender, otro lo negará y todos lo dejarán solo. Una Pasión de Amor no correspondido. En el dramático contexto de la última Cena, la exigente misión de Jesús se hace sentir en signos muy cálidos y muy concretos. Como el Mesías largamente anunciado y ardientemente esperado, Él lleva inscrito en su mismo destino la tarea de « reunir a...