"Si el mismo David lo llama Señor, ¿cómo puede ser hijo suyo?" (Mc12,35-37) El origen del Mesías preocupaba mucho a los judíos. No querían ser engañados. Por eso miraban a Jesús con sospecha. Se negaban a creerle, por su origen sencillo, por conocer a su familia, por su "normalidad". A nosotros nos puede pasar que asociemos lo divino a lo extraordinario, lo milagroso, lo sobrenatural. Y Jesús agradece que Dios se revela a los pobres y sencillos. Y se oculta a los sabios y inteligentes. Detrás de la indiferencia generalizada y de la apostasía silenciosa pervive la preocupación, imposible de acallar en el corazón humano, que pregunta por el sentido de su vida. Quien se lo plantea, termina buscando luz a sus interrogantes y encontrando la atrayente voz de Jesús. Jesús enseña y despierta inquietud con sus preguntas. Quedan pendientes de respuesta. Pone como referente a David, gran rey de Israel. Hombre movido por el Espíritu Santo. Jesús plantea argumentos...