“Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrara esta fe en la tierra? (Lc 18,8). Jesús nos enseña que hay que orar con confianza y perseverancia, con la seguridad de que Dios escucha siempre nuestras súplicas. Señor, Tú siempre te mueves impulsado por la misericordia y defiendes siempre a los débiles. La oración es seguridad en el amor providente del Padre. Incluso cuando pedimos a Dios imposibles se nos concede el don de escucharnos a nosotros mismos y cambiar de actitud. Si lo que Dios quiere es nuestra felicidad, inspira todo aquello que nos ayudará a conseguirla. Para Dios no hay buenas o malas peticiones. - Señor, danos el pan de cada día y perdona nuestras ofensas. La oración es para mí, Señor, la respiración del alma, me permite vivir el Evangelio con alegría y construir un mundo más fraterno. Subo a la montaña para orar, buscando los destellos de tu rostro; me pongo en tu presencia y la nube me ilumina, la nube que me ...