«Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos». (Mc 7, 31-37). Como creyentes somos invitados a escuchar la Palabra de Jesús y a compartirla con los demás La tenue voz de Jesús invita a recibirle, como sanación, que te da plenitud de vida. ¡Invita! y si le permites desborda la omnipotencia de su gracia vivificante. Jesús necesita tocar nuestra realidad para sanarla, se hace cercano, tangible, próximo... pero solo con tu permiso. ¿De verdad quieres quedar sano, curarte de tu sordera, escuchar la voz de auxilio de los demás, no ser insensible a las injusticias, escuchar su Palabra? Jesús se compadece de todos los que están aquejados de dolencias, enfermedades, limitaciones. Nada humano le es ajeno. Jesús rompe la sordera, abre los oídos para que la persona pueda escuchar la vida, la dignidad de hijo de Dios, el cariño del Padre, que nos hace hermanos. ”Effetá” me dices, ÁBRETE. Porque conoces todas mis prisiones, porque sabes ...