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Mostrando las entradas etiquetadas como La tempestad calmada

La tempestad

    "¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!"    (Mt 14, 22-36) La noche es momento de incertidumbres y miedos. Símbolo de lo desconocido e imprevisible. Espacio de incertidumbres y sacudidas. De vientos que llenan de inseguridad y temores. La barca en la tormenta representa nuestras dificultades y las de la Iglesia. En medio de tanta oscuridad se puede escuchar siempre: a Jesús que nos dice: ¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo! , recordándonos su presencia constante. El Señor se acerca siempre de la forma más inesperada. Nuestra sorpresa se vuelve obstáculo para el encuentro: nos da miedo. Por eso, con infinita paciencia, nos anima y nos pide que no tengamos miedo. Él será siempre el amigo de la mano tendida que ayuda y evita el hundimiento. Señor Jesús, fortalece nuestra fe y nuestra confianza en ti. En las pruebas de la vida,  ayúdanos a mantener la mirada puesta en tu rostro  y a no dejarnos vencer por el miedo. El Señor nos anima a no tener miedo a ninguna ...

No tengamos miedo

  «¡Señor, sálvanos, que perecemos!».   (Mt 8,23-27). Las tempestades de la vida sobrevienen cuando menos lo esperamos. Sacuden nuestras seguridades y certezas, y muestran la vulnerabilidad de nuestra barca. Nos creemos solos, pero Jesús está. Lo creeremos dormido. Él espera que pase el miedo y nuestra fe lo despierte. El mar embravecido revela el caos del mundo. Jesús duerme: su Paz no depende de las circunstancias. Los discípulos claman, y Él calma el viento con Su Palabra. Hoy también las olas rugen. Pero ¡Él está en la barca! "¡Señor, sálvanos que parecemos!" En nuestra situación frágil y vulnerable solemos acudir al Señor buscando ayuda. No parece la mejor actitud ni la autosuficiencia ni la resignación. Los creyentes buscamos una mano fuerte y segura donde agarrarnos para no perecer. Al final, la fe supone una actitud razonable. A lo largo del tiempo esa paz que buscamos se ve amenazada por tormentas. Todo se tambalea y las olas parecen hundirnos. Ahí nuestra orac...

En la tormenta

  “¿Quién es este? ¡Hasta el viento y el mar lo obedecen¡”   (Mc 4,35-4) Jesús invita a sus discípulos a ir a la otra orilla. La fuerte tempestad, las olas que rompen, el agua que llena la barca, hace dudar de Jesús. Él duerme. Lo despiertan porque creen que es indiferente, cuando falta creer en él. En medio de toda tempestad de la vida está. «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?». ¿Qué hace nuestro Dios cuando las dificultades se ciñen sobre nosotros? ¿Con quién contamos cuando nada sale bien y nos hundimos irremediablemente? Jesús a veces se duerme, nuestro problema no paraliza el mundo. Mis emociones no son el centro del universo. Necesitamos orar desde la necesidad y ahí Dios actúa. Paraliza las tormentas internas y externas. Y sobre todo nos invita a aprender del dolor y del fracaso. Porque el sufrimiento es lo más universal y lo que más nos une. ¡Tantas veces nos ha parecido que el Señor duerme en nuestras tempestades! Y lo llamamos angustiados... Y él siem...