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Mostrando las entradas etiquetadas como grano de trigo

Dásela, tu vida

  "El que se ama a sí mismo, se pierde"    (Jn 12. 24-26). Jesús se mueve en la paradoja. Morir para ser fecundos. Amarse a sí mismo es perderse. Aborrecerse en guardarse para la vida eterna. Seguirlo es servirlo. Una propuesta que corre el riesgo de ser malinterpretada. Jesús dice lo que dice con claridad. La realidad de nuestra vida conlleva no pocas paradojas. La más evidente es esta: "vivir egoístamente es perder la vida". Hoy hacemos oídos sordos a esta advertencia, con lo que abundan los egoístas con las manos y el corazón vacíos. Pero no aprendemos. Solo aquellos que están dispuestos a perderlo todo encontrarán lo que realmente vale la pena. Servir, amar, darse, acompañar, cuidar, anunciar… como Él. No hay otra manera de responder a su llamada, a su proyecto. El servicio como la expresión mejor y única del amor a Él y a los hermanos. Una llamada a abandonar todo lo que consideramos valioso, a morir para poder vivir. Es un mensaje de esperanza, pero...

Crece y germina

  "Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto". (Jn12, 20-33).   Un grupo de griegos acuden a Felipe porque querían ver a Jesús. Aquella fue ocasión para que el Señor mostrara la verdadera dimensión de su acontecimiento redentor: "cuando yo sea levantado sobre a tierra, atraeré a todos hacia mí". Rasgo distintivo del discípulo es el servicio. Jesús se siente como un grano de trigo, ni siquiera una espiga. Y descubre que el destino del grano es caer a tierra, morir. Para no quedar solo. Y dar mucho fruto. ¡Cuánto nos cuesta asumir esta gran sabiduría! Jesús sabe bien que él es ese grano de trigo que va ser enterrado. Ha llegado la hora. Algo tan sencillo como el proceso de una semilla que se convierte en árbol, espiga, planta, le sirve a Jesús para explicar qué es la vida. Si nos mezclamos con la realidad, si la abrazamos, si somos inmersivos, la vida crece, nosotros crecemos, damos vida. Si el miedo nos ha...