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Que vea

«¡Jesús, hijo de David,  ten compasión de mí!».   (Lc 18,35-43). Nos resulta fácil identificarnos con aquel ciego que, al pasar Jesús, grita suplicando compasión. Jesús le pregunta: "¿qué quieres que haga por ti?" ¿Qué responderíamos a esta pregunta? El ciego lo tenía claro. Quería ver. Tal vez nuestra ceguera es la de quien no quiere ver. La ceguera no es solo un hecho físico sino el mental y espiritual. La peor ceguera es la de quien no quiere ver. Una mentalidad atrofiada, una rigidez de planteamientos o una falta de argumentos, producen una ceguera profunda. El Señor puede dar luz si se le deja «¿Qué quieres que haga por ti?» Y nuestra fe hará que las palabras que salgan de nuestra boca estén llenas de la confianza y seguridad que él no pasa de largo. No debemos desesperar ante el mal porque no estamos solos, caminamos unidos en la fe con los hermanos y el Hijo. El ciego confía todo lo que es a Él, su futuro puede ser transformado por Él, tiene fe y la grita...