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Mostrando las entradas etiquetadas como corazón

Un nuevo corazón

  "De lo que rebosa el corazón habla la boca"    (Lc 6,43- 49) Las obras son las que mejor hablan de lo que cada uno lleva en el corazón. Las obras son las que mejor hablan de Dios. Ofrece gratuitamente a todos los frutos que Dios hace nacer en tu tierra. Si riegas mi vida con tu amor, mi vida florecerá.  Si pongo tus frutos en una mesa común, en una eucaristía,  sé que se alegrará tu corazón.  La boca nos delata. Hay quienes, en toda circunstancia, tienen palabras de condena y al mismo tiempo, se sienten víctimas de todos, menos de sus propias actitudes. Otros, en cambio, prefieren el silencio o la defensa de los calumniadores, aunque sean tenidos por alguno de ellos. Que nuestro corazón rebose de todo aquello que hace bien a los demás, que los convierte en hermanos a los que cuidar, para que palabras, gestos y compromisos construyan fraternidad y encuentro. La generosidad tiene que formar parte de nuestro ser discípulos. Del corazón de Jesús rebosa el...

Ser visto

  "Haced y cumplid todo lo que os digan, pero no hagáis lo que ellos hacen"   (Mt 23, 1-12) Jesús advierte del mal que provoca la incoherencia, especialmente, la incoherencia de aquellos que se han sentado en la cátedra de Moisés. Se muestran como ejemplo de buena conducta pero cuidado: hay que hacer lo que dicen, no hacer lo que hacen, pues ellos no hacen lo que dicen. Jesús denuncia la incoherencia de los escribas y fariseos, quienes imponen cargas pesadas a los demás pero no las cumplen, y buscan honores y reconocimientos antes que servir. Jesús critica la hipocresía de los fariseos y nos llama a sus seguidores a guardar la autenticidad de vida. Pensemos bien, por tanto, en la coherencia entre nuestras palabras y nuestras acciones. Su enseñanza es clara: la verdadera grandeza no está en la apariencia ni en los títulos, sino en la humildad y el servicio. Ser discípulo de Cristo significa vivir con autenticidad, evitando la vanidad y el protagonismo, y recordando que quien...

Fuego

  "He venido a prender fuego a la tierra,  ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo!"   (Lc 12, 49-53) Inmersos en una auténtica catástrofe por culpa de los incendios, puede parecer irónico el evangelio de este domingo. Evidentemente, Jesús no se refiere al fuego de los bosques sino al ardor del corazón. Sin ardor en el corazón resulta imposible seguir al Maestro como discípulos. Jesús tiene una propuesta que afecta a la vida, que nos transforma, que nos lleva a vivir unos valores que pueden no ser compartidos por ‘lo políticamente correcto’. Radicalidad del mensaje.  Jesús ha venido a traer fuego a la tierra. A hacer arder la tibieza, la mediocridad, lo diplomático y aparente. No ha venido a traer paz sino división. A hacer que nos posicionemos del lado de la bondad y el bien. Una división en las relaciones hasta las familiares. En este domingo, Jesús nos invita a preguntarnos: ¿arde en mi corazón el fuego del Evangelio? ¿O lo he dejado apagarse con la rutina, el mie...