Inmersos en una auténtica catástrofe por culpa de los incendios, puede parecer irónico el evangelio de este domingo. Evidentemente, Jesús no se refiere al fuego de los bosques sino al ardor del corazón. Sin ardor en el corazón resulta imposible seguir al Maestro como discípulos. Jesús tiene una propuesta que afecta a la vida, que nos transforma, que nos lleva a vivir unos valores que pueden no ser compartidos por ‘lo políticamente correcto’. Radicalidad del mensaje.
Jesús ha venido a traer fuego a la tierra. A hacer arder la tibieza, la mediocridad, lo diplomático y aparente. No ha venido a traer paz sino división. A hacer que nos posicionemos del lado de la bondad y el bien. Una división en las relaciones hasta las familiares.
En este domingo, Jesús nos invita a preguntarnos: ¿arde en mi corazón el fuego del Evangelio? ¿O lo he dejado apagarse con la rutina, el miedo o la comodidad? Él no quiere cristianos tibios, sino encendidos, capaces de iluminar y calentar el mundo con la fe, la esperanza y el amor.
Pidamos un corazón puro, para saber amar… aunque seamos incomprendidos. En la constante revolución… del que cree en la fuerza transformadora del amor.
Señor, queremos ser al mismo tiempo pacíficos y valientes, sencillos y creativos, siempre en defensa de la verdad y de la paz, y que nuestra luz ilumine a los demás.
Virgen María, llena del Espíritu Santo desde el principio,
tú llevaste en tu seno al Fuego vivo que es Cristo. Enséñanos a custodiar ese fuego en nuestras almas
y a extenderlo con obras de fe,
Amén.
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