“Ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir” (Lc 21, 1-4). La viuda del Evangelio tenía dos monedas para vivir... podía haber dado solo una y haberse reservado la otra... pero amaba al Señor, y se fió, y le dio las dos. Lo insignificante, lo que nadie ve, lo que no tiene valor, lo que no cuenta, lo que no brilla ni hacer ruido. Una opción fácil de decir pero difícil de vivir. Echar toda la vida en el cepillo del servicio, sin guardar nada, sin esperar nada, sin querer más que la alegría de ser para otros, para tantos, para quien busca, para quien sueña, para quien camina a nuestro lado. ¿Qué parte de mí reservo para Ti, Señor? ¿Qué parte doy a los demás? Ante el dar las cosas y las sobras, está darse todo. Darse todo es escuchar los gritos de los que sufren y responder con el consuelo, la presencia y la justicia que necesitan. Darse todo es dar la vida, como Él la dio. La generosidad debería ser nuestra forma ...