«Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre». (Mc 3,31-35) Estamos leyendo en el evangelio de estos días que Jesús no deja indiferente ni a propios ni a extraños. A los familiares que lo tomaban por loco, y a los escribas que lo acusaban de estar poseído por el espíritu del Mal. Pero Jesús no se anda con rodeos, la respuesta que hoy da en el evangelio centra su propia misión y la misión de sus seguidores: “la voluntad de Dios” En esta respuesta de Jesús parece un desplante a su madre pero no lo es. María es quien ha cumplido la voluntad de Dios antes y más que nadie. Por eso ocupará un lugar único en la familia eclesial: es la madre de todos. Con razón María, la madre de Jesús, es doblemente dichosa: por ser madre y por ser la primera y perfecta discípula que escucha la Palabra y la hace vida en su vida. El Reino de Dios crea una nueva familia, más fuerte que la familia de carne y sangre...