"Mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos brillaban de resplandor." (Lc 9,28-36). Jesús sube al monte a orar. Es un momento de ascesis, de ascenso al encuentro con Dios. Allí se produce la transfiguración. La nube de la santidad de Dios envuelve y produce temor. No se puede atrapar a Dios en un efímero bienestar. Somos llamados a bajar con Él. Volvemos una y otra vez a la bendita insistencia en el orar. Tan vital como el respirar, cómo el oír la voz de un sanitario especialista, que da un diagnostico a unos síntomas. Orar es dejar nuestras miradas y pensamientos que parten de la carencia y adentrarnos en espacios de abundancia y de luz. Somos los hijos que Dios llama "Elegidos". Sabernos elegidos es sabernos valorados del todo y destinados a tener descendencia. Que es mucho más que herederos de un apellido. Es despertar a la eternidad y a la abundancia del amor de Dios. ¿Por qué la Transfiguración? Porque necesitamos vivir de ...