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Mostrando entradas de agosto, 2008

No lo dudes

  " No lo dudes. Tú que sigues a Cristo y que le imitas, tú que vives de la Palabra de Dios, tú que meditas en su ley día y noche, tú que te ejercitas en sus mandamientos, tú que estás siempre en el santuario y nunca sales de él, porque el santuario no hay que buscarlo en un lugar, sino en los actos, en la vida, en las costumbres. Si son según Dios, si se cumplen conforme a su mandato , poco importa que e stés en tu casa o en la plaza, ni siquiera importa que te encuentres en el teatro;  si sirves al Verbo de Dios, tú estás en el santuario: No lo dudes". Orígenes Saboreemos el tiempo presente, que es lo único que tenemos e intentemos hacer de nuestro corazón un santuario en el que "sirvamos al Verbo de Dios

Un deseo

"Nos pasamos tiempo y tiempo en este mundo arrastrándonos como oruga, a la espera de la mariposa espléndida y diáfana que llevamos dentro". Las benévolas; Jonathan Littell

San Agustín

¡Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de ti.

EN MANOS DE DIOS

 Cuando se va acabando el día, traigo a mi memoria un salmo que nos pone ante nuestra realidad más  profunda . Nuestras vidas están "en manos de Dios".  Recordar  esto nos ayudara mucho para poder afrontar los distintos avatares que nos ofrece nuestra existencia. El salmo es un bello canto del hijo que se sabe querido y amado por Dios. Salmo 62     El alma sedienta de Dios Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua. ¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios. Toda mi vida te  bendeciré y alzaré las manos  invocándote . Me saciaré como de enjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos. En el lecho me acuerdo de ti y velando medito en ti, porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene.  El salmo es una invitación a poder