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Mostrando las entradas etiquetadas como Sagrada Familia de Nazaret

En silencio

  “Cuando José se despertó,  hizo lo que le había mandado  el ángel del Señor”    (Mt 1,16.18-21.24a) El Espíritu nos regala la figura de José, guardián de nuestras debilidades, soñador en la noche de los sueños de Dios, valiente para tomar decisiones en momentos difíciles. Pedimos a san José que nos dé la capacidad de soñar cosas grandes para la Iglesia, para la humanidad, para que te acerques a las cosas que Dios sueña para nosotros. Señor, que nuestras noches, vividas a la luz de la fe,  se conviertan en noches de salvación para todos,  integrando libertad, verdad y amor. «Hizo lo que le había mandado el ángel del Señor» De San José aprendemos a obedecer, a confiar, a servir al que lo necesita, a superar nuestros egoísmos y pensar en los demás, aunque no entendamos que lo que hacemos es el mandato de aquel que nos dio la vida y nos sostiene. Frente al lógico miedo de José, la indicación de Dios: “no temas”. ¿Me fío del Señor, que m...

Para iluminar

  "Mis ojos han visto a tu Salvador"   (Lc 2,22-40)   El nacimiento de un niño implica siempre la irrupción de una promesa. ¿Qué será de este niño? Nunca puede preverse el alcance que una nueva vida va a tener para el desarrollo de la entera historia humana. De ahí el sentido de esta fiesta de la presentación: luz para alumbrar. Simeón y Ana lo reconocen y hablan de Él. José y María se quedan boquiabiertos. No dan crédito de lo que dicen de Él. El anciano Simeón es un hombre justo y piadoso, lleno de esperanza, confiado en la promesa de que vería al Salvador. Esta esperanza y la fuerza del Espíritu de Dios le ayudarán a reconocer en aquel niño al enviado de Dios, y a ver en él a quien será la luz de las naciones. La luz que Él da es aquella que hace resaltar lo bueno, que nos hace ver en el otro a un hermano y no a un enemigo. Jesús es «luz para iluminar a las naciones». Como el sol que nace sobre el mundo, este niño lo redimirá de las tinieblas del mal, del dolo...

La gracia de Dios

  “Una profetisa, Ana… hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén”   (Lc 2, 36-38). Ana, profetisa, viuda, mayor, fiel y servidora del templo. Una mujer anciana llena de fe, de gracia y esperanza que no mira con tristeza su avanzada edad, ni se lamenta por las pérdidas en el pasado. Vive con plenitud el presente dedicando su vida a Dios. Una sabia discípula-misionera. Alaba a Dios cuando ve al niño. Habla del Niño a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén.   Al encontrarse con el Dios Salvador, en ese pequeño Niño, anuncia la salvación a cuantos encuentra en el camino. Que tu luz alumbre la oscuridad de nuestro mundo y encienda la llama del amor en mi corazón y en el de mis hermanos. «Hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación» (Lc 2,36-40) Así debemos actuar, la Navidad es un tiempo para no vivir agobiados, sino estar gozosos del Niño que nos ha nacido. Nuestra misión es dar gracias a Dios y anunciar a nu...

Familia, proyecto de Dios

«¿Por qué me buscabais?  ¿No sabíais que yo debía estar  en las cosas de mi Padre?».   (Lc 2,41-52).   Hemos hecho de la Navidad una "fiesta de la familia". Y la familia, con todas sus ambigüedades, ha terminado por tragarse la Navidad. Conviene recordar que no es la familia la que salva al ser humano, sino el niño nacido en Belén. La familia también está necesitada de redención. Vamos con la fiesta de la Sagrada Familia. En una sociedad de vínculos frágiles, que no dejemos de defender el amor que aprendemos en el evangelio como fuente de nuestros vínculos, entrega, fidelidad y compromiso. Si la familia cristiana es el santuario de la vida, el lugar donde la vida es concebida y cuidada, es una contradicción tremenda cuando se convierte en lugar donde es rechazada y destruida (Papa Francisco). El gran rasgo de la familia es la diversidad. El elemento que da consistencia es la unidad en la diversidad. Esto requiere de unos valores claros: respeto, e...