El Espíritu nos regala la figura de José, guardián de nuestras debilidades, soñador en la noche de los sueños de Dios, valiente para tomar decisiones en momentos difíciles. Pedimos a san José que nos dé la capacidad de soñar cosas grandes para la Iglesia, para la humanidad, para que te acerques a las cosas que Dios sueña para nosotros.
«Hizo lo que le había mandado el ángel del Señor» De San José aprendemos a obedecer, a confiar, a servir al que lo necesita, a superar nuestros egoísmos y pensar en los demás, aunque no entendamos que lo que hacemos es el mandato de aquel que nos dio la vida y nos sostiene.
Frente al lógico miedo de José, la indicación de Dios: “no temas”. ¿Me fío del Señor, que me pide acogerlo en mi corazón?
San José era justo. Busca el bien de María en el desconcierto y la incertidumbre. Cambia su decisión cuando el ángel del Señor le da instrucciones. Acoge y obedece lo que el ángel del Señor le había mandado. Es un hombre de escucha, silencio y resolución.
José es un hombre enamorado. Muy enamorado. Enamorado de María, eso marca su vida desde que la conoció, seguro. Enamorado para formar una familia, para estar a su lado toda la vida. Para aceptar, comprender y amar al hijo que ella espera.
José es padre, enamorado, un hombre de Dios, un hombre justo... y todo lo hace en silencio.
Contemplar a San José es descubrir al verdadero custodio de la familia, padre de Jesús de Nazaret, salvador del Salvador, hombre justo y siempre en segundo plano para que los demás sobresalgan. Educador del Maestro e intercede por todos a Dios. Fiel generoso al plan de Dios. Ahora intercede por todos a Dios.
Feliz día del padre, feliz San José. Le pido hoy a Dios que todos "despertemos". Que dejemos de soñar y empecemos a vivir. Cómo José fue cuidado, protección, compañía, de Jesús y de María, que sepamos vivir para el cuidado de todo lo que amamos. Se nos ha regalado a todos un círculo de familia y amigos que nos necesitan. Y a los que necesitamos de un modo evidente. Construir nuestra vida pensando en el "nosotros", por encima de los propios intereses es lo que nos garantiza la plenitud tan anhelada.
Sin pronunciar palabra
habló su vida.
Sin exigir respuestas
las encontró en sueños.
Su hágase fue callado.
Su entrega, discreta.
Su huella, perenne.
Su memoria fecunda.
Su escuela fértil.
Su viaje incierto.
Y así, sin alardes ni artificio
al mismo Dios
ofreció un nombre.
@jmolaizola
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