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Estar contigo.

 

“El que no está conmigo está contra mí; 
el que no recoge conmigo desparrama."  
(Lc11,14-23).

El demonio, el diablo es el que divide. El que daña y enfrenta. Confundir el mal con el bien es distorsionar la verdad, vivir lejos de Dios. Jesús actúa con el dedo creador de bien. Echa demonios y fortalece la vida. Estamos llamados a seguirle y ponernos de su lado.


«El que no recoge conmigo desparrama»
Cuanto más nos empeñamos en mostrar las divisiones internas, menos testimonio de una vida de unidad damos. Olvidamos que no es nuestra vida la razón de la fe, sino la invitación al mundo a no tener miedo de  encontrarse con quién nos ama. No caben posturas intermedias: estás a favor o en contra; con él o contra él.  Participar de la misión de Jesús implica adherirse a Él y recoger para no desparramar. No son posibles las medias tintas: o con Jesús, o contra Él. ¿Soy seguidor de Jesús en cada momento, o le sigo el juego al diablo?

Estar contigo. 
Recoger contigo. 
Nunca contra ti. 
Nunca desparramando las bendiciones que tú me das. 
Solo puedo estar contigo, porque tú siempre estás conmigo. Solo puedo abrir las manos para acoger tu don. 
Solo puedo ofrecerme y ponerme en tus manos. 
Sea lo que sea, te doy las gracias.


A su lado sembrar para que otros recojan, que otros brillen. Estar con Él es sentir que no voy solo, que alguien me quiere, que el camino es más fácil. Estar con Él es descubrir que la vida a su lado vale la pena, que la luz es Él, que no hay miedo a seguir caminando. Estar con Él es recoger frutos donde no los había, es construir fraternidad, es anuncio de su presencia. Estar con Él es vivir sin miedo en este mundo
.

 

 Señor,
no eres amigo de la mediocridad.
 Pides nuestro corazón entero.
Quieres que nos abramos totalmente a tu gracia,
a tu verdad, a tu amor.
Porque Tú eres el Sumo Bien, la única Verdad,
el todo para mi existencia y para mi salvación eterna.
Ven, Señor,
no con tus milagros por fuera,
sino con tu operación secreta en mi interior.
Porque mientras mi corazón esté endurecido
y mis ojos estén ciegos, nada comprenderé.
Solamente los limpios de corazón te conocen
y saben cuándo las obras proceden de tu divina virtud.
¡Limpia, Señor, mi corazón!
¡Limpia, Señor, mi mediocridad!
Amén
 

 

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