Los enemigos de la verdad siempre actúan de la misma manera: ocultándose y midiendo sus pasos y las posibilidades de éxito. Ellos nunca se enfrentan con la gente pero utilizan todos los recursos a su alcance para manipularla. Pero el Señor está centrado en su misión profética.
Hemos confundido al Propietario con los labradores. A los criados con unas personas que cuestionan el sentido de la posesión. Al Hijo con una amenaza a los intereses particulares. Y a dueño con alguien tonto que no sabe lo que tiene. Para hacer una revisión de vida.
Se acercan días difíciles. Contemplar la pasión y muerte de Jesús nos acerca a la parte más dolorosa y fea de la humanidad. El rechazo al amor, la condena, la mentira, la traición. Tenemos la oportunidad de volver a mirar fijamente a Aquel que no deja de amar y de perdonar cuando todo se pone en su contra. Y se vuelve escuela para afrontar nuestras propias cruces y contradicciones. El que quiera guardar su vida, no dañarla, no sufrir, se perderá. El que no teme y activa la confianza, se encontrará con la Vida Nueva, ya en el aquí y en el ahora.
"Y agarrándolo, lo sacaron fuera de la viña y lo mataron.". Los viñadores lo mataron, se creían los dueños. Tenemos que acogerle, con Él todo, con Él la vida, con Él lo que somos. Dejarle sitio y colocarle en el centro de lo que somos, como 'piedra angular' de nuestro proyecto de vida. Sin Él nada.
La piedra angular es Cristo, sin Él nada tiene sentido, Él es cimiento donde construir nuestro proyecto de vida. Es sólido, piedra. Da sentido a todo lo que hacemos y somos, angular. No podemos dejarle fuera de nuestro proyecto de vida. Con Él en nuestra vida todo adquirirá un sentido nuevo. Podemos hacer mil cosas pero si son sin Él todo es de 'cartón piedra', no adquieren solidez.
«Se os quitará a vosotros el Reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos» Nos creemos que por llamarnos fieles cristianos ya lo tenemos todo hecho, nada más lejos de la realidad. Nos toca cada día sembrar la Palabra y ayudar con nuestro testimonio a que de fruto abundante.
Líbranos, Señor, de la codicia
Líbranos, Señor, de
la codicia.
De atarnos a las riquezas
como el que se sujeta
con un cinturón de seguridad
al avión que vuela a su destino.
De constituirse a sí mismo
en centro de peregrinación
donde confluyan los caminos
de los que van y vienen
buscando al absoluto.
De inmolar nuestra libertad
ante el altar de la técnica
donde vamos destruyendo
con el consumo voraz
el futuro hecho objeto.
De acumular conocimientos
con el propósito callado
de hinchar nuestro apellido,
hasta que llegue vía satélite
hasta los confines de la tierra.
De apuntar con el índice
a nuestro propio pecho
jugando a ser como dioses,
mientras el dedo de Juan
señalaba a Jesús entre la gente
y Jesús señalaba a Dios y su Reino.
Líbranos de toda codicia,
la del espíritu y la técnica,
la de fama y el dinero,
ídolos que nos hacen orgullo
drogados por su brillo pasajero.
Para llenar la ansiedad
y el vacío de trascendencia
exigen su ración diaria
de sangre propia y ajena.
(Benjamín González Buelta, SJ)
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