«Señor, si quieres, puedes limpiarme». «Quiero, queda limpio». (Lc 5,12-16). Dios no quiere ni el sufrimiento ni el dolor. Vivir no es para ir superando pruebas o transitar por un valle de lágrimas. La enfermedad, la muerte, el dolor forman parte del paisaje que nos constituye. Como lo forma la caricia, el abrazo o el beso. El leproso del Evangelio no se resigna a vivir aislado, rechazado, experimentando su maldición. El mismo Jesús se acerca y le sana. Termina Jesús en oración agradeciendo su paso sanador y purificador. La lepra es una enfermedad de exclusión. El hombre lleno de lepra se presenta a Jesús. Cae sobre su rostro. Jesús lo mira y lo toca. Lo quiere limpio. Lo envía para ser acogido de nuevo en la comunidad. Jesús acoge, cura y se retira a orar. Tres acciones a imitar. “Si quieres, puedes curarme”. Y yo sé que Tú, siempre quieres. ¡Gracias, Señor! Su quiero es un quiero de voluntad, 'hágase', pero también es un quiero de amor, de mira...