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Mostrando las entradas etiquetadas como Después de Eifanía

¡Quiero!

    «Señor, si quieres, puedes limpiarme». «Quiero,  queda limpio».   (Lc 5,12-16). Dios no quiere ni el sufrimiento ni el dolor. Vivir no es para ir superando pruebas o transitar por un valle de lágrimas. La enfermedad, la muerte, el dolor forman parte del paisaje que nos constituye. Como lo forma la caricia, el abrazo o el beso. El leproso del Evangelio no se resigna a vivir aislado, rechazado, experimentando su maldición. El mismo Jesús se acerca y le sana. Termina Jesús en oración agradeciendo su paso sanador y purificador. La lepra es una enfermedad de exclusión. El hombre lleno de lepra se presenta a Jesús. Cae sobre su rostro. Jesús lo mira y lo toca. Lo quiere limpio. Lo envía para ser acogido de nuevo en la comunidad. Jesús acoge, cura y se retira a orar. Tres acciones a imitar. “Si quieres, puedes curarme”. Y yo sé que Tú, siempre quieres. ¡Gracias, Señor! Su quiero es un quiero de voluntad, 'hágase', pero también es un quiero de amor, de mira...

Hoy

  «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.»   (Lc 4,14-22a) Somos convocados para escuchar el hoy de nuestra salvación, el hoy de nuestra libertad, de nuestra alegría y de nuestra luz. Somos llamados al abrazo de Dios en su hoy, y a prolongarlo desde nuestra comunidad cristiana para que muchos experimenten la buena noticia del Evangelio. Gracias, Señor, por hacer de nuestro hoy un tiempo luminoso, un tiempo de salvación. El dinamismo del Espíritu de Dios está de actualidad porque incide en el hoy de nuestra historia. La Sagrada. Escritura siempre nos habla en presente pues siempre nos introduce en la historia que nos narra. Un creyente no lee en la Biblia historias del pasado sino su propia historia. El Espíritu del Señor es el protagonista de la evangelización, la liberación de los oprimidos y la curación de los enfermos. Jesús no se atribuye ningún mérito. Se deja hacer en la voluntad de Dios. Una invitación a vivir en esta clave para ser sembrador...