
Los discípulos le ruegan a Jesús que cure a la suegra de Pedro a lo que él accede de inmediato. Es el poder de la oración comunitaria por la que se manifiesta la comunión de los santos. "Reza por mí", "rezo por ti", son formas de proclamar públicamente nuestra fe y de decirnos: "ánimo, no estamos solos".
Jesús cura y al momento «Ella, levantándose, se puso a servirles» Una vez más, se nos muestra la compasión y el poder sanador del Hijo de Dios. Al pasar a nuestro lado, sana nuestras limitaciones pero no nos quedamos mirando lo que ha hecho sino que tenemos la necesidad de levantarnos a servir a los demás para que también ellos lleguen a conocerle y vean lo que hace por nosotros.
¿Qué "fiebres" te tiene paralizado y te impide ponerte al servicio de los demás?
“Los que tenían
enfermos con el mal que fuera, se los llevaban”. Cuando crece la
opinión de que Dios no puede hacer nada por nosotros, ¡qué reconfortante es
escuchar estas palabras! Pon tus males y los males de los que te rodean ante
Jesús. Jesús tiene poder para curar, para levantar a los caídos, para poner de
nuevo en pie la esperanza.
“Al hacerse de día, salió a un lugar solitario”. Tras un largo día de atención a una muchedumbre de enfermos hasta altas horas de la noche, Jesús se levanta al amanecer y busca un lugar apartado para orar. Sentir la presencia del Padre y entrar en diálogo íntimo con él es una necesidad aún más decisiva que el aire que respira.
Piensa en esto: Jesús siempre ora; su contacto con el Padre Eterno es constante; Jesús siempre está enseñándonos la importancia de la oración.
«Es necesario que proclame el reino de Dios también a las otras ciudades, pues para esto he sido enviado». Jesús quiere que todos conozcan su mensaje. Esa es ahora nuestra tarea. Que ningún pueblo, ninguna persona, ningún rincón del mundo se queden sin conocerlo. No se conforma con su gente, que lo quieren detener y retener, para que solo se beneficien ellos. Desde el primero momento es y se da para todos. Su misión es anunciar el reino de Dios con gestos y palabras, con la presencia en medio de nuestro mundo. El anuncio de algo nuevo, de una manera nueva de entender la relación con Dios. Somos todos misioneros. Todos anunciamos con nuestra vida cómo estamos, lo que llena nuestro corazón. Si está Jesús vivo en él, lo contagiamos sin casi proponérnoslo. Si estamos cansados, agobiados, asustados y miedosos, eso es lo que compartimos. Jesús vive con urgencia la necesidad de iluminar otras vidas. Que su luz saque de las tinieblas a tantas vidas que andan perdidas y en la oscuridad. Nos pide que le prestemos lo que somos para llegar a la multitud.
Señor Jesús, Tú que pasaste haciendo el bien,
sanando a los enfermos y anunciando el Reino de Dios, hazme dócil a tu Palabra y disponible para tu misión.
Que no me quede
encerrado en mis seguridades, sino que, como Tú, lleve tu luz
a quienes aún no la conocen.
María, Madre que
acogiste el Reino en tu corazón, enséñame a decir “sí” cada día,
a confiar en los caminos de Dios
y a servir con sencillez a mis hermanos.
Jesús, enviado del
Padre,
aquí estoy: envíame también a mí.
Amén.
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