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Mostrando entradas de abril, 2024

«Venid a mí...»

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    "Te doy gracias, Padre... porque has escondido estas cosas a los sabios...  y se las has revelado a los pequeños"   ( Mt 11,25-30). A Dios no se llega por los arduos escalones del razonamiento Si no descendiendo por los peldaños de la sencillez y la contemplación. Los sabios y entendidos están tan llenos de conocimiento y sabiduría que no pueden acoger el Evangelio. Los pequeños, marginados y maltratados por la vida están tan vacíos de esperanza y oportunidades que solo el Evangelio puede llenarlos. “Has revelado estas cosas a la gente sencilla” Y yo, ¿valoro a las personas sencillas, sin estudios, sin presencia...? Te doy gracias, Padre, por la sabiduría práctica de muchas personas aparentemente ignorantes, por los pobres que nada tienen y aún reparten. Te doy gracias, Padre, de todo corazón por los pobres que nada tienen y aún reparten, por las personas que pasan sed y agua nos dan, por los débiles que a sus hermanos fortalecen, por los que sufren y comparte

Permanecer

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    “Yo soy la Vid y vosotros los sarmientos” .     (Jn 15,1-8). La fe en Jesús, el vínculo con Él, nos abre para recibir la savia del amor de Dios, que multiplica nuestra alegría, nos cuida con esmero y hace brotar sarmientos incluso cuando la tierra de nuestra vida se vuelve árida. Separados de Dios y los hermanos nos secamos y morimos. Solo unidos a Él y entre nosotros damos fruto abundante... Jesús resucitado pide a los discípulos que permanezcan en él. Realmente, no seguimos un elenco de verdades, no seguimos a algo sino a Alguien. Tener fe auténtica consiste en adherirse a Jesús, a su mensaje Salvador. Sólo cuando permanecemos en la vid podemos dar fruto abundante "Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará." Permanecer es la petición humilde que nos hace Jesús cada día. No te vayas, no te alejes. No nos puede obligar a quedarnos, pero sabe lo que sufrimos cuando nos alejamos. Cómo el hijo pródigo que

En camino

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  "El que cree en mí,  también él hará las obras que yo hago."   (Jn 14,7-14). El evangelio nos habla del conocimiento de Dios y de la eficacia de la fe. La apertura hacia el Padre está condicionada al conocimiento de Jesús porque –como atinadamente y muy poco antes lo acaba de afirmar– Él es « el camino, la verdad y la vida » (Jn 14, 6). Si anteriormente fue Tomás quien pregunta, ahora es Felipe el que pide: « Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta ». No es posible “ver” a Jesús en su íntima y real identidad sino por medio de los ojos del corazón. Sólo a través de ellos podremos alcanzar una auténtica y más profunda comprensión de su inseparable condición humana y divina. Jesús revela el rostro oculto y misterioso del Padre. Por eso dirá: “quién me ha visto a mí, ha visto al Padre". Algo parecido debiera suceder entre nosotros y Jesús: por nuestra identificación con él, debiéramos de traslucir cómo es el Señor y cómo se desborda en amor con todos. Cre