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¡CONFIANZA!

 


“Yo doy mi vida por las ovejas."
 
(Jn10,10-18).

En Jesús se cumple la profecía de Ezequiel: "Yo mismo -dice el Señor Dios- buscaré mi rebaño y lo cuidaré". Jesús encarna la figura del Buen Pastor, que tanto gustaba al pueblo ver en su Dios. Y esto por dos motivos: porque conoce a sus ovejas y porque da su vida por ellas.

 


Jesús, Buen Pastor, nos conoce, nos llama por nuestro nombre y cuando nos descarriamos nos busca hasta que nos encuentra. Jesús no solo comparte la vida del rebaño; es el Buen Pastor, que por nosotros sacrificó su vida y, resucitado, nos dio su Espíritu.

Dar la vida es compartir lo que somos en tiempo real abrazando y acogiendo las circunstancias que nos rodean. Tiene más de alegría receptora de regalos que de heroicidades o despliegues exhibicionistas. Dar la vida es lo que hace Dios cada día sin ruidos, discreto, generoso. No firma continuamente su obra. Simplemente nos ama. Nos demos cuenta o no. Le agradezcamos o no. Por eso vivamos hoy como pastores de los que nos acompañen el día.


En nuestro mundo, lleno de lobos, faltan pastores, padres y madres, personas que mirando el dolor de los demás se hagan responsables del mismo. Las ovejas tienen confianza en el pastor, no dudan ni se hacen preguntas dónde van a comer, beber, recostar… Así nosotros con Dios, así con Él, nuestro único Pastor, da la vida, nos conoce, llama, ama. En sus manos, Él nos guía. Sabe cómo guiarnos, aunque nosotros no sepamos hacia dónde nos guía, ... ¡CONFIANZA!, ... ¡ES EL BUEN PASTOR! Jesús, buen pastor, ayúdanos a dejarnos guiar por ti y a orientar a todos hacia la fraternidad.

Confía.
No temas.
Estoy contigo en este preciso instante.
Déjame curar todas tus heridas.
Te llevo en mis brazos
y te tengo tatuado en mi corazón.


Oremos especialmente por las vocaciones. Para que el Dueño de la mies mande a su Iglesia muchos y santos sacerdotes. Con capacidad de servicio y entrega a Dios y a su pueblo. Que sepan transmitir el amor infinito del Padre.

El Señor es mi pastor

El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.
Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu misericordia
me acompañan todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.


(Salmo 23[22])


 

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