"El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna" (Jn 6, 54) Sublime misterio de la presencia de Jesús en medio de los suyos. Es su promesa cumplida, su deseo de acompañarnos hecho realidad al convertirse en alimento que reanima, fortalece, da sentido, crea fraternidad y otorga la vida eterna. Siendo así, resulta escandalosa su rechazo. Celebramos la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Es la fiesta de la Eucaristía, el sacramento de nuestra fe. Jesús no se contentó con morir por nosotros, sino que ha querido quedarse con nosotros hasta el fin de los tiempos como alimento de vida y lazo de fraternidad. Él mismo nos afirma que su carne es verdadera comida y su sangre es verdadera bebida. 𝙎𝙄𝙉 𝙏𝙐 𝘼𝙇𝙄𝙈𝙀𝙉𝙏𝙊, 𝙉𝙊 𝙃𝘼𝙔 𝙑𝙄𝘿𝘼 Unas brasas encendidas junto a la orilla del Lago Sobre las que se cocinaban unos peces y se calentaban unos panes Advirtió a los discípulos que Jesús estaba vivo. El pan y vino que hoy se ...