¡Venid a la fiesta!

 


"El que come mi carne y bebe mi sangre 
tiene vida eterna" 
(Jn 6, 54)

Sublime misterio de la presencia de Jesús en medio de los suyos. Es su promesa cumplida, su deseo de acompañarnos hecho realidad al convertirse en alimento que reanima, fortalece, da sentido, crea fraternidad y otorga la vida eterna. Siendo así, resulta escandalosa su rechazo.

Celebramos la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Es la fiesta de la Eucaristía, el sacramento de nuestra fe. Jesús no se contentó con morir por nosotros, sino que ha querido quedarse con nosotros hasta el fin de los tiempos como alimento de vida y lazo de fraternidad. Él mismo nos afirma que su carne es verdadera comida y su sangre es verdadera bebida.

𝙎𝙄𝙉 𝙏𝙐 𝘼𝙇𝙄𝙈𝙀𝙉𝙏𝙊, 𝙉𝙊 𝙃𝘼𝙔 𝙑𝙄𝘿𝘼

Unas brasas encendidas junto a la orilla del Lago
Sobre las que se cocinaban unos peces y se calentaban unos panes
Advirtió a los discípulos que Jesús estaba vivo.
 
El pan y vino que hoy se convierten
En el Cuerpo y en la Sangre de Jesús
Nos advierten que la mesa está servida
Y que la invitación está hecha: ¡Venid a la fiesta!
 
Dichoso encuentro con el Cristo vivo
Que nos ofrece hoy su cuerpo y su sangre
Como el alimento que nos libera de nuestras cargas
Y que nos hace ser alimento para quien está a nuestro lado.
 
Él es la paz que buscamos.
El día que amanece.
La calma en nuestras tempestades.
La brisa que irrumpe en nuestras soledades.
La ternura materna que nos enseña a vivir.
Él es Jesús, que a pie de calle, a la orilla de nuestro corazón,
Sigue encendiendo sus brasas y nos invita comer.
Dichoso quien sabe descubrirlo y se acerca a Él
Con hambre y sed. Porque quedará saciado.
 
P. Juanma Arija (SdC)
 

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