Lo que importa

 


"El Hijo del hombre es señor del sábado"
(Lc 6, 1-5)

Cuando la crítica u odio se sustenta en las leyes, lo que hace es poner al ser humano por debajo de las leyes, como esclavo, y no por encima, como señor de las mismas. Las normas establecen un límite a lo permitido. Determinan lo que está bien y lo que no. Por eso, es importante que la norma sea útil, responda a una necesidad y no esclavice en su aplicación. Nunca puede estar por encima del bien de la personas.

Señor, enséñame vivir con un corazón libre y misericordioso, 
poniendo siempre el amor por encima de la rigidez.


«¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido?».
Todavía arrastramos una visión de que nuestra relación con Dios depende de lo que hacemos, de las obras. Aprendimos que Dios nos pide hacer o no hacer "actos", que se adecuen a unas normas. Si cumplo voy bien, si no, voy mal. Olvidamos que la acción es consecuencia de lo que soy, de mi identidad. Con mis gestos expresó mi ser. Con mis palabras, con mis entregas, con las decisiones que tomo, configuro lo que soy. Las normas no pueden retener el caudal de vida y de amor que somos. Vivamos, por favor, vivamos.

Lo permitido. ¿Qué está permitido? Poner el centro a la persona, no hay ley por encima de esto, no hay norma que pueda ir en contra de este principio. Lo permitido no es lo que la ley dice o no, lo permitido es cuidar, ayudar, sanar, perdonar, levantar... al hermano.  Siempre está permitido acercarse al otro, al que se acerca a mi vida, al que me encuentro y reconocer en él la dignidad de hijo de Dios que nos une, que nos hace hermanos .


“¡El Hijo del hombre es Señor del sábado!”
Con este gesto, Jesús hacía de la Encarnación algo más que una teoría de teólogos: ¡la vida de los hombres es el único lugar en donde habla Dios! Jesús nos enseña hoy que el Hijo del hombre es Señor del sábado, y que se debe priorizar la compasión sobre la rigidez de la ley.  Reflexiona sobre tu vida, tu entorno, ¿cómo puedes ser más misericordioso y compasivo en tus acciones diarias? Recuerda poner el amor y la humanidad por encima de reglas y tradiciones. No seas una persona rígida… ¡Abre tu corazón!

 

Virgen María, Madre del Señor,
tú que conoces la hondura del amor de Jesús y su compasión,
enséñanos a vivir la ley del amor:
no como algo rígido o lejano,
sino cercano, humano y lleno de misericordia.

Ayúdanos a descubrir, en cada momento, lo que verdaderamente importa:
la verdad que libera, la misericordia que sana, el amor que da vida.

Que, con tu intercesión materna,
sigamos siempre el camino de tu Hijo,
reconociendo que Él es Señor,
no solo del sábado, sino de toda nuestra vida. Amén.

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