"Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre". ( Mc 7,14-23) Jesús viene a establecer un nuevo orden de prioridades: el corazón es el centro de la persona que se abre a Dios. Frente al peligro del fariseísmo, se alza siempre la autenticidad del Evangelio. Todo lo creado es bueno, nace del corazón de Dios. Lo que convierte el cielo en infierno es cómo decidimos tratarnos. Las palabras maledicentes salen de dentro y no hay mayor impureza que una vida que no desea construir y perdonar, sino que guarda el rencor en el corazón y lo saca cuando más daño sabe qué hace. Los insultos, las amenazas, las críticas, la indiferencia, la acusación, culpabilizar, mentir, esa forma de tratarnos es lo que asfixia y hace irrespirable nuestro mundo. Por eso el Reino es el esfuerzo por reconciliar lo roto y enfermo. Dios no admite la hipocresía, y conoce nuestro corazón. Lo que decimos es lo que pensamos porque eso ...