El mal siempre mete mucho ruido y además esclaviza en lo más hondo del ser humano. Tal vez por eso, cuando Jesús se encontró aquel endemoniado en la sinagoga, le espetó directamente: "¡Cállate y sal de él!" Porque el Señor nos quiere libres y con una garganta con voz profética.
Jesús habla con autoridad. Sus palabras son diferentes. Están cargadas de vida y de libertad. Es una autoridad que no se puede clasificar. Nueva y sorprendente. Acaba con los espíritus inmundos. La autoridad emana de creer en lo que se está anunciando y se hace vida desde la confianza y la esperanza de saber que la verdad habita en el corazón. Nuestra autoridad debe nacer de una vida creíble para los demás y para nosotros.
"Se quedaban asombrados de su enseñanza, porque su palabra estaba llena de autoridad." Autoridad significa "hacer crecer". No es sustentar el poder bajo amenazas y castigos. Es atraer por la sinceridad y la autenticidad. Hoy en día necesitamos referentes y espejos en los que reflejar personas en las que confiar. Sobran falsificaciones y copias de dudosa procedencia. Muchos aconsejan y ofertan, pero nadie nos puede convencer si las palabras no se acompañan de gestos. Jesús atraía porque su Palabra y su vida estaban unidas por el amor. Pidamos ser cada vez más, como Él.
“¿Qué tiene su palabra?” ¡Qué pregunta más bonita se hace la gente! ¿Qué fuerza lleva dentro la palabra de Jesús? ¡Con qué valentía se enfrenta al mal con su palabra! ¡Cuánta ternura y belleza esconden sus palabras! Es una palabra que llama por el nombre, que nos hace únicos. Es una palabra de denuncia ante la injusticia y de caricia ante el dolor y la debilidad. El perdón y la misericordia llenan sus discursos y su mirada, así cambia el corazón de las personas. Su palabra es de propuesta, profundamente respetuosa con nuestra libertad. Él es la Palabra. Aprende a estar con la palabra de Jesús en el corazón, hasta que te comunique todos sus ecos.
La autoridad de Jesús que libera y sana encuentra en María el corazón más dócil y creyente. Ella nos enseña a recibir esa Palabra con fe, para que también en nosotros tenga fuerza y transforme nuestra vida.
Señor Jesús,
Tu Palabra tiene poder y autoridad,
tú hablas y los espíritus huyen,
tú enseñas y los corazones se encienden.
Quiero acoger tu
voz como lo hizo María,
la Virgen fiel que guardó tu Palabra en su corazón.
Enséñame, Madre, a escuchar sin miedo,
a confiar en que tu Hijo es vida y libertad.
Jesús, que tu
Palabra me transforme,
que me libere de todo mal
y me llene de la paz que solo tú puedes dar.
María, llévame siempre hacia Él,
para que, como tú, diga cada día:
“Hágase en mí según tu Palabra”.
Amén.
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