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Mostrando entradas de marzo, 2018

En silencio con María

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   La muerte nos duele y nos deja en silencio, pero no tiene la última palabra.  Hemos de aprender a vivir ese silencio, a trascender el dolor y esperar. Hoy la Palabra calla para poder cantar mañana. El amor es enterrado, se hace el silencio. Este es el plan de Dios para que la semilla florezca y perfume la tierra Silencio. El grano de trigo hemos de enterrarlo para que dé fruto. Silencio. María aún espera en agonía la resurrección de todos los hijos que viven en sombras de muerte. Hoy vivirá sólo silencio, con María. María guarda silencio. Siente en el fondo de su corazón que el Amor no puede acabar. Por eso, espera que su noche se vuelva amanecer. Silencio… calma… espera… Esperanzados porque pronto triunfará la VIDA y todos seremos salvados. “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?No está aquí.  Ha resucitado” (Lc 24,5-6).    Busca a Jesús en la vida. Él está vivo. Pon algún símbolo que hable de vida e

El Amor sin medida

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“Después de esto,  sabiendo Jesús  que todo había llegado a su término,  para que se cumpliera la Escritura,  dijo: “Tengo sed”…  “E inclinando la cabeza, entregó su espíritu”.   (Jn 18,1-19,42) Nuestra vida tiene muchas piedras en el camino, muchos momentos dolorosos, infinidad de cruces. Sabemos cómo actuar en cada caso. Pero, ante la Cruz de Cristo, ¿cuál es tu respuesta? «Conque, ¿tú eres rey?» “ ¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido?” Final y principio de la vida con algo en común, ser rey. Un rey indefenso, vulnerable, pobre, para nada al uso de los reyes del mundo. Con todo y con eso, seguimos sin entender. “¡Crucifícalo, crucifícalo!” Pareciera ser un estribillo que está inserto en lo más hondo del corazón humano. Entonces llega la cruz,  y uno no puede mirar para otro lado,  porque sabe  que ahí está  la mayor encrucijada  de la historia. "Mirarán al que atravesaron". Nos ha

“Haced esto en memoria mía”.

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“Antes de la fiesta de la Pascua,  sabiendo Jesús  que había llegado la hora  de pasar de este mundo al Padre,  habiendo amado a los suyos  que estaban en el mundo,  los amó hasta el extremo”   (Jn 13,1). “Ha llegado la Hora” de la Pascua, la hora del amor,  que se compromete hasta el extremo.  Alrededor de esa mesa estamos todos, con nuestras fragilidades y pobreza, con nuestros sueños y nuestras pesadillas. Convocados por quien nos quiere hablar de amor. Otro gesto desconcertante de Jesús, otro más, rompe todos los esquemas, abre los ojos de esa nueva humanidad que está naciendo.  Jesús se levanta de la mesa, se quita el manto, toma la toalla, lava y seca los pies de los discípulos, dialoga, explica lo que hace e invita a realizar lo que él ha hecho. “Haced esto en memoria mía”.  ¡Qué palabras tan bellas de Jesús!  ¡Qué palabras tan comprometidas!  ¡Qué palabras tan cargadas de futuro!  Jesús está en medio de todos como el que

¡Sé testigo de Cristo!

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“Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”   (Mt 26, 19).           La celebración de la Pascua Judía se aproxima.   Los discípulos se juntan, preguntan,  preparan la cena, esperan... Judas, que ya ha negociado la venta del Amigo, acecha ahora la coyuntura propicia para consumar su acción.   Me sobrecoge la humildad y mansedumbre de Cristo. Con sus discípulos, sus amigos, aún sabiendo que le abandonarán, que le negarán, no huye, no hace alardes, no muestra otro poder que el amor y la fidelidad al Padre. Jesús se pone a la mesa, anuncia una traición. La crisis se palpa en el ambiente; es noche oscura. Sería el momento de huir, de darse media vuelta. Pero Jesús vence la crisis en una cena, donde parte y reparte el pan con los que siempre serán sus amigos.  El vino nuevo, guardado en los odres nuevos del reino, se entrega para liberar de toda esclavitud al ser humano. La Nueva Alianza, como un arco iris, se abre

No te canses de amar

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“Os aseguro que uno de vosotros  me va a entregar…  Aquel a quien yo le dé este trozo de pan untado… Lo que tienes que hacer hazlo enseguida… Ahora es glorificado el Hijo del hombre,  y Dios es glorificado en él”   (Jn 13, 21.26.27.31).   La traición de Judas y la negación de Pedro,  dos testigos del reino anunciado en las aldeas de Galilea, parecen llevar al fracaso toda la entrega de Jesús.  Sin embargo, el Plan del Padre, aceptado por Jesús, llegará a su plenitud en el amor entregado libremente, que da la vida y capacita al ser humano para amar sin límites.  El grano de trigo, sembrado en la tierra, dará fruto abundante.   En la intimidad de la noche y los amigos, una cena. Compartes vida: amalgama de sentimientos y emociones: expectación, miedo, valentía, traición, amor, serenidad, ignorancia... Así, sin anestesia. Todo junto. La vida misma. Jesús revela, en los gestos de la última cena, la calidad de su amor. El amor de Jesús es un amor

Derroche de amor

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“María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso,  le ungió a Jesús los pies  y se los enjugó con su cabellera.  Y la casa se llenó de la fragancia del perfume”  (Jn 12, 3)    Nos acercamos a la Hora  de la Salvación.   “Seis días antes de la Pascua”, Jesús va a Betania, la casa de la vida y de la amistad. Betania, esos nombres que se convierten en hogar.. Todos necesitamos un lugar al que llamar casa. Y ese lugar, casi siempre, no lo hacen las paredes, sino las personas Una mujer, sensible y valiente, desea aliviar el dolor de Jesús y lo unge con ternura, anticipa su Pascua. En los límites del ser humano, cuando éste es solo un despojo, viene a su encuentro la sorprendente gratuidad. Una mujer, con los ojos del corazón limpios para la ternura, atenta a los signos que hay a su alrededor, se adelante y besa. El gesto de María de Betania abre caminos para aliviar la fragilidad de la humanidad doliente.            Esta mujer del Evan

El Misterio que nos salva

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Hoy comienza para los cristianos la semana santa, donde conmemoramos la historia más importante de la humanidad, se conozca uno, se crea o no en Jesús. Una historia de pasiones, engaños, traición, dolor… Pero sobre todo de entrega, ternura, perdón y amor. Jesús ya no se esconde de la gente. Entra en su Pasión con mansedumbre y humildad. Quiere cumplir su misión hasta el final. Despierta el corazón. Contempla el Misterio que nos salva. Jesús, que conoce el gran fracaso humano que le llega en la cruz, se deja, sin embargo, aclamar hoy por los abandonados, los pobres, los que no cuentan y esperan sólo en la justicia del Padre Dios. Y subraya su amor humilde por ellos, que se gozan en Él, elevado en un borrico. Jesús muestra una autoridad que hace saltar las alarmas del sistema religioso de su tiempo. Esta autoridad se fundamenta en una relación única con Dios, al que llama Abba. Desde esta relación Jesús se presenta ante todos como alguien libre.

Sigamos a Jesús

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“Aquel día decidieron darle muerte”   (Jn 11,53)    El Espíritu, frente a un modo de vivir la vida cristiana sin cruz, nos enseña a seguir a un Jesús con la cruz a cuestas. ¿Qué había hecho Jesús para que decidieran darle muerte? Denunciar que la casa del Padre se había convertido en un negocio y decir que Dios estaba con él. ¡Qué peligrosa es la libertad para los profetas! Mira a Jesús, mira tantas personas que, con las cuerdas de su fe afinadas, siguen cantando al amor en medio de la persecución y del martirio.   Espíritu Santo, métenos en la muerte de Jesús, mientras esperamos con Él el grito triunfante de la vida. Señor, sabemos que la envidia perjudica a todos, al que es envidiado y al que envidia; pero, a veces nos cuesta mucho evitarla. Envidiamos un puesto de trabajo, un coche, una casa, un buen marido o una buena mujer, el carisma, el físico, la inteligencia, la fama... Nos parece que si no poseemos lo que envidiamos no podemos triunfar ni s

Piedras

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“Os he hecho ver muchas obras buenas  por encargo de mi Padre:  ¿por cuál de ellas me apedreáis?”   (Jn 10,32)   Se acerca el tiempo de la Pasión, muerte y Resurrección de Cristo. ¿Pueden haber obras más contundentes que éstas? Si eso no nos convierte, no sé qué más podría hacerlo. Creamos a Jesús y pongámonos en sus manos. "Los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús." Hoy lanzamos piedras unos a otros. El gran problema de Jesús fue, sin duda alguna, que no supieron ver su verdad. No supieron ver lo que hacía. No supieron ver la bondad de su corazón. No supieron ver a Dios en él. Sólo veían aquello que ellos no querían aceptar. Sólo veían aquello que a ellos no les interesaba ver porque les molestaba. Por eso mismo, su respuesta no fue de aceptación de él sino su voluntad de apedrearlo. Son peores las piedras de la lengua que las piedras que tiramos con la mano. El Espíritu dice en nosotros: Jesús. Para l