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Somos hijos amados de Dios




“Mi Padre sigue actuando y yo también actúo” 
(Jn 5,17)  

El Espíritu nos infunde la valentía para ser amigos de Jesús frente al fanatismo y la intolerancia. 
Jesús se juega la vida en lo que hace. La fortaleza le viene a Jesús de actuar como el Padre actúa. Dios es fuente de vida y Jesús da vida a manos llenas.
Piensa bien de Dios, que no se ha alejado de este mundo. 
El Espíritu Santo te ama.
Que crezca en ti la confianza aun en medio de las pruebas.  

Espíritu Santo, empújanos a realizar la obra de Jesús: dar vida en abundancia, aliviar el sufrimiento de la gente.  

“... pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que él hace.” Ésta es la clave: experimentar que somos hijos amados de Dios, que nos cuida y que lo que todo lo suyo es nuestro. 
Lo demás viene por añadidura.

La muerte es parte inevitable de la vida.
De nada nos sirve escondernos de ella, ignorarla.
Es el único medio por el que conseguiremos vida eterna. ¿Paradójico, verdad?

Es tiempo de PONER PAZ en nuestro corazón, en nuestra relación con los demás y con Dios.

Es el momento, Señor, de orientar mi vida;
es la hora de dar rumbo a mi existencia.
Estoy a punto para descubrir un nuevo camino.
No me sirve, Señor, vivir en eterna encrucijada.
Estoy ante ti abierto como la playa al mar;
estoy en busca de tus pasos, de tus huellas;
quiero hacer realidad lo que tú has soñado para mí..

Aquí estoy, Señor, como Saulo en el camino de Damasco:
y te digo sin rodeos: Señor ¿qué quieres que haga?
Aquí estoy, Señor, como Samuel en la noche
y te digo: Habla, que tu siervo escucha.
Aquí estoy, Señor, como María cuando era joven
y te digo: He aquí la esclava; que haga según tu Palabra.

Señor, ¿qué quieres de mí? ¿Qué me pides?
Señor, ¿cuál es el plan del Padre para mi vida?
Señor, ¿cuál es el proyecto que quieres que realice?
Señor, ¿a qué me llamas? ¿Por dónde quieres que camine?
Señor, ¿cómo estar seguro de tus caminos en la vida?
Señor, ¿cómo sé yo que es eso lo que deseas de mi y no otra cosa?
Señor, ¿seré capaz de ser fiel a la llamada que tu me haces?
Señor, ¿y si me equivoco y tengo que volver atrás?
Señor, ¿Cómo comprometerme si no estoy plenamente seguro?

Preguntas, Señor, siempre preguntas. 
¿Cómo saldré de la duda?
Yo quiero tener claro cada paso del camino.
Soy calculador, Señor, y no me gusta arriesgar nada.
Yo quiero tener mis seguridades y tengo miedo a lo imprevisible.
A fin de cuentas: 
¿Te busco o me busco, Señor?
¿Pongo mis ojos en mí o te miro a ti?
¿son tus intereses los que busco o sólo los míos?
¿estoy disponible para ti?

Señor, dame luz y fuerza para optar por ti.
Será lo mejor para mi y para todos.
Tú no defraudas nunca.
Hágase. Amén.

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