El Evangelio es novedad que libera y sana


En verdad os digo que ningún profeta 
es aceptado en su tierra” 
(Lc 4, 24).

Tan cercano, tan real, tan de los nuestros... que no te creo.
Tan universal, tan inclusivo, tan abierto... que siento que me pierdo.

El Espíritu quiere libertad.
Jesús, lleno del Espíritu, libre, no se deja controlar, se abre paso y abre paso a la gracia liberadora.

Déjate liberar por Jesús, no cargues con el peso de tantas historias negativas. 
No quieras glorias ajenas a cambio de libertad.  

Nos quieres libres, Señor.
Sin ataduras que esclavizan.
Libéranos. 

La Palabra de Dios a veces encuentra rechazo en nosotros, pues estamos condicionados por rutinas y llenos de prejuicios.
 Pero el Evangelio es novedad que libera y sana.

Seamos “Iglesia en salida”, no sólo para hablar de Dios a los ya convencidos, sino para encontrarnos con los alejados de la fe.

Es una empresa difícil, pero necesaria y gratificante

Señor, cura mi mirada apresurada y superficial y ayúdame a contemplar con serenidad y a descubrir la profundidad de lo que acontece.
Transforma mi mirada pesimista y ayúdame a ver signos de bondad y esperanza en  mi vida, en mi comunidad, en el mundo.
No dejes que mire por encima del hombro y ayúdame a ver desde abajo, al lado de los más pequeños.
Ensancha mi mirada, tantas veces interesada, y ayúdame a ver el sufrimiento de los hermanos y mis posibilidades de ayudar.
Purifica mi mirada implacable y ayúdame a mirarme y a mirar con misericordia cuando me equivoco, cuando alguien no hace lo que debe.
Dame una mirada creyente, para descubrirte en mí, en la vida de los que me ayudan y me necesitan, en la belleza de la creación, en los acontecimientos más grandes y más sencillos, más alegres y más duros de la vida.
En fin, Jesús, ayúdame a mirarme, a mirar al Padre, a las personas y al mundo, con el mismo amor con que tú miras a todo y a todos. Amén.

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