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Corregir



“Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio 
y se le conmovieron las entrañas; 
y, echando a correr, se le echó al cuello 
y lo cubrió de besos” 
(Lc 15,20)  

El Espíritu del Padre no se asusta de nuestros pecados de hijos pródigos o envidiosos.
No nos deja decir nuestro discurso, sencillamente nos abraza.
Ten en cuenta que el Padre siempre te espera.
No des por perdida la esperanza. 

Bendito seas por siempre, Padre, que siempre nos esperas.
Todo lo tuyo es para nosotros. 

Un padre y dos hijos, nuestra historia contada en una parábola que se resume en unos brazos abiertos siempre dispuestos a recibirnos en casa.

El amor infinito de un padre hacia sus hijos supera cualquier incomprensión u hostilidad por parte de estos.
Es el amor más grande, el más puro.
El amor con mayúsculas.

¿Buscas a Dios dando tumbos, entre la maleza de un sistema perverso que te humilla?
¿No sabes qué buscas?
"Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo." 
Estaban rotos por buscarse o buscar la vida.


ESTAR LEJOS
Estar lejos de ti estando lejos.
A sabiendas, sin sentirlo.
Porque quiero, porque lo deseo.
Estar lejos de ti estando cerca.
Sin saberlo, sin buscarlo, sin que me dé cuenta.

No, no quiero de ti estar lejos, de tu vida, de los latidos de tu pecho.

Es tiempo de CORREGIR los caminos torcidos del corazón.

"Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."
Observa los sentimientos del Padre y la dureza del corazón de los instalados.
¿Volver a considerar a Dios?


Señor, a veces me parezco al hijo pequeño de la parábola: soy exigente y egoísta, no encuentro la felicidad en la sencillez de la oración y el trabajo de cada día, en el cariño de la familia y amigos.
Y me alejo.
En otros momentos soy como el hijo mayor: orgulloso y envidioso.
Me creo mejor que los demás y mejor que Dios.
Pierdo la capacidad de alegrarme con el éxito de los humanos.
Soy hijo, pero me siento esclavo.
Señor, gracias, porque me buscas siempre, porque me ayudas a sentirme hijo tuyo y hermano de cuantos me rodean.
Gracias, porque en la Comunión contigo, me enseñas y das fuerza para perdonar, como tú me perdonas.

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