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Custodio y protector


“Cuando José se despertó, 
hizo lo que le había mandado 
el ángel del Señor” 
(Mt 1,24)  


El Espíritu nos regala la figura de José, guardián de nuestras debilidades, guardián de los sueños de Dios, capaz de tomar decisiones difíciles que ha visto en los sueños. 
Pídele a José que te dé la capacidad de soñar cosas grandes para que te acerques a las cosas que Dios sueña para nosotros. 
Pídele que te enseñe a fiarte de Dios.  

Señor, que nuestras noches, vividas a la luz de la fe, se conviertan en noches de salvación para todos. 


Te damos gracias, Padre nuestro, por San José.
Él fue CUSTODIO Y PROTECTOR de María y de Jesús.
Él es custodio y protector de la comunidad cristiana.
Fue custodio con humildad, en silencio, con una presencia constante y una fidelidad total, tanto en los momentos serenos de la vida como en los difíciles, en el viaje a Belén para el censo y en las horas temblorosas y gozosas del parto; en el momento dramático de la huida a Egipto y en la afanosa búsqueda de su hijo en el Templo; y después en la vida cotidiana en la casa de Nazaret, en el taller donde enseñó su oficio a Jesús.
Fue custodio y protector, aún cuando no comprendía muchas cosas, con la atención constante a Ti, abierto a tus signos, disponible a tu proyecto, y no tanto al propio.




José es «custodio» porque sabe escucharte, se deja guiar por tu voluntad, y precisamente por eso es más sensible aún a las personas que se le han confiado, sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a lo que le rodea, y sabe tomar las decisiones más sensatas.

Danos, Padre Nuestro, la fuerza y la luz de tu Espíritu, para seguir el ejemplo de San José; para responder a tus llamadas, con disponibilidad, con prontitud; para proteger y guardar a Cristo en nuestra vida, como el mejor tesoro; para proteger y guardar a la gente, a cada persona, con amor, a los más cercanos y a los más frágiles, a los que se quedan en la periferia de nuestro corazón; para cuidar y salvaguardar la belleza de la creación.


Padre Nuestro, para custodiar y proteger también tenemos que cuidar de nosotros mismos.

Ayúdanos a vigilar nuestros sentimientos, a estar atentos a nuestro corazón, porque del corazón salen las intenciones buenas y malas: las que construyen y las que destruyen.
Danos acierto para limpiar de nuestra vida el odio, la envidia, la soberbia, que ensucian la vida; para cultivar la bondad y la ternura; la esperanza y la entrega.
Amén 



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