“Dichosos los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios” (Lc 6,20-26). Jesús levanta los ojos hacia sus discípulos para que estos también los levanten. Para que su mirada la pongan en las realidades imperecederas, eternas, divinas. Para que descubran en los sufrimientos y contrariedades que la recompensa será grande en el cielo. A Dios se le va el corazón hacia los pobres. Se estremece por dentro cuando ve la debilidad. La pobreza compra los ojos de Dios. Si te encuentras con un pobre no mires hacia otro lado. Comparte con él lo que tienes, acoge el tesoro que él te ofrece. Los Bienaventurados para Jesús son los pobres, los humildes; no los que están más pendientes de sus derechos que de cumplir sus deberes. Si éste hubiera sido el criterio del Señor no estaríamos salvados: Él se hizo pobre, perdió todos sus derechos en la cruz para salvarnos. La dicha de mi pobreza es tu riqueza. La dicha de mi nada eres Tú. Mis ojos se alegran cuando veo ...