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En camino

 


"El que cree en mí, 
también él hará las obras que yo hago." 
(Jn 14,7-14).

El evangelio nos habla del conocimiento de Dios y de la eficacia de la fe. La apertura hacia el Padre está condicionada al conocimiento de Jesús porque –como atinadamente y muy poco antes lo acaba de afirmar– Él es «el camino, la verdad y la vida» (Jn 14, 6). Si anteriormente fue Tomás quien pregunta, ahora es Felipe el que pide: «Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta». No es posible “ver” a Jesús en su íntima y real identidad sino por medio de los ojos del corazón. Sólo a través de ellos podremos alcanzar una auténtica y más profunda comprensión de su inseparable condición humana y divina.


Jesús revela el rostro oculto y misterioso del Padre. Por eso dirá: “quién me ha visto a mí, ha visto al Padre". Algo parecido debiera suceder entre nosotros y Jesús: por nuestra identificación con él, debiéramos de traslucir cómo es el Señor y cómo se desborda en amor con todos.

Creer en Él es estar con Él. Confiar en Él es caminar con Él. Buscarle es dejarle sitio en nuestro corazón. La relación es abierta, libre, sincera, sencilla, personal, paciente, comprometida… de amistad, de amor.

¿De verdad conoces a Jesús? ¿Es tu Señor? 
¿Ha nacido en ti la confianza 
que te permite pedirle cualquier cosa y seguir creyendo, aunque no te lo conceda?


Conocer a Jesús es conocer al Padre. Ver a Jesús es ver al Padre. Creer en Jesús es creer al Padre. Las Palabras de Jesús son las Palabras del Padre. Las obras de Jesús son las obras del Padre. Jesús está en el Padre y el Padre en él. Silencio y oración

Ser discípulos de Jesús es acceder a que nos capacite para dar vida al mundo. No nos llama a admirarle, sino a imitarle. "Cómo el Padre me envió, así os envío yo". Nos regala el Señor su misma Vida, su mismo Amor, su misma cercanía con Dios. Por eso la fe crece en la medida que nos sentimos enviados. Y en la medida que decimos que sí a todos los sueños de Dios. Al amor que nos lleva no le preguntemos a dónde va.

La misión nace de una convivencia prolongada con Jesús; la profecía nace de la amistad con Él. La oración pone en marcha un voluntariado sorprendente en medio de los pueblos. Tú, por ser bautizado, tienes un sitio, una tarea y una palabra. Vive tu vida cristiana de forma creativa.

 Tú, Señor, eres mi Camino, mi Verdad y mi Vida. 
Tu amistad me pone en camino de anuncio.

 

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