"¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!"
(Mt 14, 22-36)
La noche es momento de incertidumbres y miedos. Símbolo de lo desconocido e imprevisible. Espacio de incertidumbres y sacudidas. De vientos que llenan de inseguridad y temores. La barca en la tormenta representa nuestras dificultades y las de la Iglesia. En medio de tanta oscuridad se puede escuchar siempre: a Jesús que nos dice: ¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!, recordándonos su presencia constante.
El Señor se acerca siempre de la forma más inesperada. Nuestra sorpresa se vuelve obstáculo para el encuentro: nos da miedo. Por eso, con infinita paciencia, nos anima y nos pide que no tengamos miedo. Él será siempre el amigo de la mano tendida que ayuda y evita el hundimiento.
El Señor nos anima a no tener miedo a ninguna tempestad. La fe que mueve montañas puede hacernos andar sobre las aguas de la muerte. A veces, nuestra falta de fe nos hará dudar, pero hay un grito infalible: "¡Señor, sálvame!". Es el poder de la oración continua y llena de confianza.
Cierra los ojos y trata de imaginar a Jesús caminando sobre el agua. Siente tú también cómo calma el temor de sus discípulos. Esta escena nos recuerda que, en medio de nuestras tempestades personales, Jesús está siempre presente y nos invita a tener fe. Ora para que, en los momentos de duda y miedo, puedas escuchar cómo te dice: «¡Ánimo, soy yo, no tengas miedo!».
te pedimos que nos acompañes en los momentos de miedo y duda.
Como Él dijo a los discípulos: "¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!", que esa misma confianza y paz nos inunden, y que, a través de tu intercesión, aprendamos a caminar con fe, a no hundirnos en nuestras dificultades, sino a levantarnos con la certeza de que Jesús está con nosotros.
Madre amorosa, enséñanos a decir "sí" en medio de la tormenta, y a confiar en la presencia de tu Hijo,
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