Escucharte


"Si el mismo David lo llama Señor, 
¿cómo puede ser hijo suyo?"
 (Mc12,35-37)  

El origen del Mesías preocupaba mucho a los judíos. No querían ser engañados. Por eso miraban a Jesús con sospecha. Se negaban a creerle, por su origen sencillo, por conocer a su familia, por su "normalidad". A nosotros nos puede pasar que asociemos lo divino a lo extraordinario, lo milagroso, lo sobrenatural. Y Jesús agradece que Dios se revela a los pobres y sencillos. Y se oculta a los sabios y inteligentes.

Detrás de la indiferencia generalizada y de la apostasía silenciosa pervive la preocupación, imposible de acallar en el corazón humano, que pregunta por el sentido de su vida. Quien se lo plantea, termina buscando luz a sus interrogantes y encontrando la atrayente voz de Jesús.

Jesús enseña y despierta inquietud con sus preguntas. Quedan pendientes de respuesta. Pone como referente a David, gran rey de Israel. Hombre movido por el Espíritu Santo. Jesús plantea argumentos desde la Sagrada Escritura, y provoca que quien lo escuche, esté a gusto.

"Le escuchaba a gusto". Seguro que sabes lo que es disfrutar de un concierto o escuchar una canción que te toca el corazón... Por eso, disfruta de su Palabra, de su música, de su pasión por ti... Escúchale y déjate llevar...

La multitud, escuchaba a Jesús con agrado... La escucha no es fácil hoy inmersos en medio de tanto y tantos ruidos; sin embargo, es la actitud y la disposición para transformar nuestra vida


"La gente... disfrutaba escuchándolo."
Todos lo hacemos, nos encanta su Palabra. Es directa, está cargada de esperanza, nos conoce bien. Es una Palabra que llama y acompaña. Está llena de ternura y al mismo tiempo te quema por dentro, te mueve al compromiso. Escucharle llamar Padre a Dios y explicarlo en la parábola del hijo pródigo hace que me sienta profundamente querido. Hagamos del Evangelio guía.

Oración para servir
 
Oh Cristo, para poder servirte mejor,
dame un noble corazón
Un corazón fuerte
para aspirar por los altos ideales
y no por opciones mediocres.
 
Un corazón generoso en el trabajo,
viendo en el no una imposición
sino una misión que me confías.
 
Un corazón grande para el sufrimiento,
siendo valiente soldado ante mi propia cruz
y sensible cireneo para la cruz de los demás.
 
Un corazón grande para con el mundo,
siendo comprensivo con sus fragilidades
pero inmune a sus máximas y seducciones.
 
Un corazón grande para los hombres,
leal y atento para con todos
pero especialmente servicial y delicado
con los pequeños y humildes.
 
Un corazón nunca centrado sobre mí,
siempre apoyado en tí,
feliz de servirte y servir a mis hermanos,
¡oh, mi Señor!
todos los días de mi vida.
Amén.
Padre Ignacio Larrañaga

 

 

 

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