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Fieles

 

«Dios conoce vuestros corazones»  

(Lc 16, 9-15)

El dinero es injusto porque reclama que deposites en él tú confianza, tu amor, tú seguridad en incluso tu vida. Cuantas guerras entre familias y dentro de una misma familia, cuantas veces se pone el dinero, el poder, la manipulación en el lugar de Dios. Ya nos lo advierte san Mateo "Porque donde está tu tesoro allí está tu corazón." Como nos insistía tantas veces Santa Teresa de Jesús: "solo Dios basta"

 
"Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo." Así es la capacidad de nuestra atención y de nuestro tiempo es limitada. O pienso en mí o me abro a los demás como un don y un regalo. Ensanchar el espacio de la mente y del corazón nos asemeja al Dios que ama y vive de forma universal. No se queda atrapado en los límites de una vida raquítica.


No se puede servir a Dios y al dinero. El dinero se ha vuelto un tirano que nos esclaviza. Dios nos libera. El dinero nos divide, nos separa. Dios nos une, nos hace hermanos. El dinero provoca desigualdad, envidia, violencia. Dios establece la justicia, la solidaridad, la paz.

Detalles pequeños de fidelidad, nos preparan para pruebas mayores en la vida. FORTALECE LA GRACIA PARA LOS MOMENTOS DE PRUEBA.


 La palabra fiel aparece cuatro veces en el evangelio. Fiel, fieles, en lo poco, en la riqueza injusta, en lo ajeno. Fieles en lo que tiene precio, pero no valor. Para dar el salto a un fidelidad al servicio, a Dios. Todo bien está orientado al bien de los demás.

SEAMOS FIELES A DIOS EN LO POCO, Y ASÍ NOS PONDRÁ AL FRENTE DE LO MUCHO

Nada se oculta ante tus ojos, Señor. Nos mira al corazón. Sabe cómo somos de verdad y no podemos escondérselo. Ante Él no hay máscaras ni medias tintas, mi fachada ni 'bien queda'. La verdad es la única manera de relacionarnos con Él. No hay maquillaje, podemos engañar a otros, a Él no.

 
Señor, dame hoy el don y la gracia de ser fiel a tus dones.
Señor, que tu gracia no se desperdicie en mi corazón.
Haz que en mi vida la oración sea algo indispensable, 
y que yo también vaya a la eucaristía para oír tu Palabra, 
y recibir tu fuerza sanadora. 
Señor, atráeme, quiero vivir de Ti y contigo.
 

 
 

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