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¿Quién dice la gente que soy yo?







“¿Quién decís que soy yo?” (Lc 9,20) 

La respuesta creyente y decidida de Pedro en el evangelio de hoy contrasta positivamente con la perplejidad de Herodes ante Jesús, en el evangelio de ayer.
Ante Jesús no basta con lo que conocemos como "opinión pública".
Es necesaria la respuesta personal.
Así como la aceptación total de Jesús: palabra, actuación, muerte y resurrección.
Él preguntó a los discípulos mientras oraba. 
La oración es camino indispensable, si queremos conocerle.
Jesús, nuestro Maestro, nos pregunta: ¿quién decís que soy yo?
¿Sabes la respuesta?
No tengas prisa en responder.
No pienses solamente en lo que sabes, piensa en tu relación personal con él, piensa en cómo él influye en la vida de cada día.
Cuando lo hayas pensado, dile la respuesta al Maestro.

Esta pregunta no te la haces tú, te la hace Jesús.
Es desafiante; sólo tú la puedes responder:
Eres el centro de la historia y del universo.
Eres mi Dios y Señor.
Eres la luz, la verdad, más aún, el camino, la verdad y la vida.
Eres el pan y la fuente de agua viva,  que satisface mi hambre y mi sed.
Eres mi pastor, mi guía, mi consuelo, mi hermano,  compañero y amigo de mi vida.

El que confiesa a Jesús como el salvador, su vida estará llena de alegría y paz. 

Juntos andemos, Señor.

- Haz, Señor, que te conozcamos no por lo que dicen de ti, sino por el contacto y relación directa contigo.

Jesús es el Mesías de Dios, pero no por eso va a evitar el trago amargo de la cruz.
El camino del amor pasa antes de después por la estación dolorosa de la cruz.
Jesús nos avisa.
Pedimos fuerza para ser fieles en la dificultad.

Que María nos ayude a buscar al Jesús para contestarle desde nuestra relación íntima con Él.

Celebramos hoy, 23 de septiembre, la memoria del conocido “Padre Pío de Pietrelcina”.
Un hombre que vivió en propia carne la Pasión de Jesús.
En su cuerpo, llevó las llagas de Jesús.
Y en su vida, sufrió las persecuciones de Jesús.
Fue una imagen de Jesús que “tiene que tiene que padecer mucho…”
Las persecuciones e incluso la muerte son las credenciales de Jesús.

Un día un moribundo le preguntó: 
"Pero Dios, ¿me perdonará tantos pecados? 
Y el P. Pío le respondió: 
"No tenga ninguna duda, éste es el oficio de Dios".




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