Quiero ir contigo, Jesús.





 “Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén” 
(Lc 9,51).

Empieza la etapa del evangelio de Lucas que narra la subida de Jesús a Jerusalén, donde culminará su misión. Jesús, el Siervo del Amor, está decidido a ir a Jerusalén, donde le espera la cruz.
Quiere que el Plan del Padre se cumpla plenamente en él, a través de su Pascua.
Es una decisión tomada con plena conciencia.
El rechazo de los samaritanos preludia el que sufrirá al final del camino.
Su actitud es siempre de misericordia y nunca de destrucción; por eso procura que la hostilidad de los samaritanos no se contagie a los discípulos.
Lo que hace ahora Jesús es lo que pedirá a sus enviados cuando no sean bien recibidos.
Ser cristiano no es buscar seguridades.
Ser cristiano no es evitar el peligro.
Ser cristiano no es refugiarse entre los buenos.
Ser cristiano no es refugiarse en la Iglesia los domingos.
Ser cristiano no es tener miedo a que los demás se rían de él.
Ser cristiano no es buscar un lugar caliente donde todos le aplaudan.
Ser cristiano no es salvar su vida de quienes le persiguen.
Ser cristiano es ser rechazado por los que no creen.
Ser cristiano es ser rechazado también por los buenos.

- Señor Jesús, que sepamos acogerte
 en nuestra vida no como alguien que está de paso,
sino como huésped y Señor permanente.

Aprende de Jesús que en el camino encuentra hostilidad y rechazo por parte de unos y expectativas de un mesianismo espectacular y poderoso por parte de otros.
Su actitud es siempre de misericordia y no destrucción.

Quiero ir contigo, Jesús.
Hazme instrumento de tu paz.
Que donde haya discordia siembre yo el amor.   

Quiero tener una mirada como la tuya, Señor
A no dejarme llevar por mis juicios,
interesados, duros y excesivamente crueles.
A observar, no tanto los aspectos negativos,
cuanto la bondad y lo noble de los que me rodean.

Ayúdame a mirar como Tú, Señor.
A no conspirar ni levantar castillos
en las ruinas sufrientes de tantos hermanos.
A no señalar defectos e historias pasadas
que, entre otras cosas,
sólo sirven para causar sensación o daño.

Ayúdame a mirar como Tú, Señor.
A ser prudente, como Tú lo fuiste
con aquella mujer, que adulterada en su vida,
comenzó otra vida nueva
ante tu forma de mirarle y corregirle.

Ayúdame a mirar como Tu, Señor.
A ver el lado bueno de las personas.
A no recrearme con el sufrimiento ajeno.
A no ser altavoz de calumnias y mentiras.
A ser persona y no jugar a ser juez.

Ayúdame a mirar como Tú, Señor.
A no manipular ni airear
las cruces de las personas que las soportan.
A no enjuiciar ni condenar
los defectos de tantos próximos a mi vida.
A no hacer estandarte ni burla
de los que están hundidos en sus miserias.

Ayúdame a mirar como Tú, Señor.
Para que, frente a la mentira, reine la verdad.
Para que, frente a la condena, brille tu misericordia.
Para que, frente a la burla, salga la comprensión.
Para que, frente a la humillación, despunte la bondad.
Amén.

Celebramos hoy San Vicente de Paul que entregó su vida al servicio de los pobres, viendo en cada persona doliente el rostro del Señor.
Conocido como el "Santo de las Caridades", Vicente (1581-1660) nació en una familia humilde de labradores.
 Fundó la Congregación de la Misión (Paules) para la formación de los sacerdotes y para el socorro de los pobres; y con la colaboración de Luisa de Marillac (1591-1660), las Hijas de la Caridad:
«Este es uno de los grandes efectos de la caridad: que no podamos ver a nadie que sufra sin sufrir con él; que no podemos verle llorar sin llorar también nosotros» (Consejos Espirituales).

En uno de sus escritos decía:
“El servicio a los pobres ha de ser preferido a todo, y hay que prestarlo sin demora.
Por esto, si en el momento de la oración hay que llevar a algún pobre un medicamento o un auxilio cualquiera, id a él con el ánimo bien tranquilo y haced lo que convenga, ofreciéndolo a Dios como una prolongación de la oración”.
Cuidar de los demás es un modo que Dios tiene para decir a los que sufren: “¡Yo estoy contigo!”.
 
 


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