“El que acoge a este
niño en mi nombre me acoge a mí” (Lc 9,48).
Los discípulos discuten
sobre quién es el más importante.
Los discípulos tienen una
gran preocupación:
“Quién de ellos es el más importante”.
“Quién de ellos se sentará en el sillón dorado”.
“Quién de ellos llevará mejores capisayos”
“Quién de ellos llevará más títulos”.
“Quién será el que le sirvan todos”.
“Quién de ellos es el más importante”.
“Quién de ellos se sentará en el sillón dorado”.
“Quién de ellos llevará mejores capisayos”
“Quién de ellos llevará más títulos”.
“Quién será el que le sirvan todos”.
Jesús pronto echó abajo
esos castillos de grandeza.
“El que quiera ser el primero que sea el último”.
El que quiera ser el primero sea el que más sirve a los demás.
“El que quiera ser el primero que sea el último”.
El que quiera ser el primero sea el que más sirve a los demás.
No han comprendido nada de
la lección de Jesús,
que va entregando la vida
por los caminos.
Jesús les propone hacerse
pequeños y dependientes de los demás, como los niños.
Nadie en la comunidad
puede pretender crecer solo, prescindiendo o pasando por encima de los demás.
Tampoco nadie puede
pretender la exclusiva de Jesús: como confesó Pedro, él es el Mesías, y lo es
de todos.
- Que tus discípulos, Señor, no nos cansemos de ponernos al servicio de todos, sin excluir a nadie.
Pide al Espíritu que te
haga caer en la cuenta de que la acogida y el servicio son los rasgos esenciales
del seguidor de Jesús.
Dame, Señor, un corazón
de niño,
capaz de abandonarme en
las Manos del Padre, como Tú.
Que busque más servir,
que ser servido.
Cuánto
nos gusta compararnos y ponernos por
encima de los demás!
En
cambio Jesús, siendo el primero, se pone al final de la fila.
El
más pequeño, el más humilde es el más importante.
El
Salmo 130 es un salmo pequeño, que nos ayuda a sentirnos pequeños, pero seguros
en los brazos de Dios:
Señor, mi corazón no es
ambicioso, ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad;
sino que acallo y
modero mis deseos,
como un niño en brazos
de su madre.
Espere Israel en el
Señor ahora y por siempre.
Gloria al Padre, al
Hijo y al Espíritu Santo,
como eran en el
principio ahora y siempre
por los siglos de los
siglos. Amén.
Cuando
acogemos a los pequeños, a los niños, a los pobres, a cualquier persona necesitada de ternura, de
compañía, de esperanza... estamos
acogiendo al mismo Jesús.
“Gracias por poder acogerte en los más
pequeños”
“Danos un corazón
abierto a todos, sobre todo a los más humildes”
“Perdona y cura nuestro
afán de ser más que los demás”
“El que no está contra vosotros, está a favor
vuestro”.
Por
lo tanto, no miréis con desconfianza al
que hace lo mismo que vosotros, aunque
no sea de vuestro grupo
No todos están a favor
nuestro, ni todos en contra nuestro, Señor.
Aquellos que comparten
la misma fe, aunque sean de otro grupo, son
de los tuyos, son de los nuestros. Los que trabajan por la justicia y la paz
son de los tuyos, son de los nuestros.
Los que defienden la
vida de todos y en especial de los más pobres, de los niños,
también de los no
nacidos, de los enfermos... son de los tuyos, son de los nuestros.
Ábreme los ojos para
descubrir que hay muchas personas (casi
todas) que son de los tuyos, de los nuestros.
Gracias por las
maravillas que tu Espíritu realiza en el
corazón de las mujeres y los hombres que, aunque no parezcan de los nuestros, aunque abracen otros credos o no crean en
Dios, aunque voten a otros partidos políticos, canten otras canciones y hablen otros idiomas,
están movidas por tu mismo Espíritu.
Gracias, Señor.
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