"No llores"
(Lc 7,13)
Jesús
actúa sin que nadie se lo pida.
Le mueve su compasión.
Y en eso la gente
reconoce que "Dios ha visitado a su pueblo".
Es el "Señor"
quien ve, se compadece, consuela, toca, llama al muchacho a la vida y se lo
entrega a su madre.
A través de Jesús, el Señor, el amor misericordioso de Dios
llega a los más pobres, representados en la viuda y su hijo.
Es Jesús se compadece de una mujer que llora la muerte de su hijo.
Es Jesús se compadece de una mujer que llora la muerte de su hijo.
Lo hace con inmensa ternura.
La palabra de Jesús es
compasiva, comunica siempre la vida. Jesús entrega la vida a la mujer que
llora.
¿Dejas que tu corazón se afecte por el dolor de los demás? ¿pasas de
largo?
Vete al encuentro al encuentro de la gente que sufre.
No esperes
a mañana para hacerlo.
Dales tu cercanía, tu sencillez.
Pon vida en medio de
toda muerte.
Junto a ti, Jesús, se
respira la vida.
Junto a ti, Jesús, no hay lugar para el llanto.
Junto a ti,
Jesús, encontramos a los hermanos.
- Dios nuestro:
que los que hoy te reconocemos como Padre
seamos signo
de tu amor que desea llegar a todos.
Ante nuestro
sufrimiento Dios no pasa de largo, se acerca y quiere curarnos con el aceite
del consuelo y el vino de la esperanza, pero ¡cuántas veces nos encuentra
cerrados! ¡Pasamos del médico que puede curarnos, que quiere curarnos!
El
cristianismo:
No es la religión de la muerte sino de la vida.
De las lágrimas sino de las sonrisas.
De la tristeza sino de la alegría.
No es la religión del abandono y soledad sino de la grata compañía del hijo.
No es la religión camino del cementerio, sino del regreso al calor del hogar.
No es la religión de los corazones amargados, sino de los corazones que viven.
No es la religión del sufrimiento, sino de la alegría y la felicidad.
No es la religión que parece estar al servicio de Dios con el olvido de lo humano.
No es la religión de un Dios indiferente al dolor y al sufrimiento humano, sino la religión que “siente lástima y compasión” de los que sufren.
No es la religión de un Dios insensible a las lágrimas, sino que devuelve la alegría y la sonrisa al corazón.
No es la religión de la muerte sino de la vida.
De las lágrimas sino de las sonrisas.
De la tristeza sino de la alegría.
No es la religión del abandono y soledad sino de la grata compañía del hijo.
No es la religión camino del cementerio, sino del regreso al calor del hogar.
No es la religión de los corazones amargados, sino de los corazones que viven.
No es la religión del sufrimiento, sino de la alegría y la felicidad.
No es la religión que parece estar al servicio de Dios con el olvido de lo humano.
No es la religión de un Dios indiferente al dolor y al sufrimiento humano, sino la religión que “siente lástima y compasión” de los que sufren.
No es la religión de un Dios insensible a las lágrimas, sino que devuelve la alegría y la sonrisa al corazón.
Es
posible que nosotros no podamos detener la procesión camino del cementerio.
Pero:
Cuántas lágrimas de madre, no encontramos y que podemos secar.
El papa Benedicto decía: “¿quién es mi prójimo? aquel que está a mí lado y puedo hacer algo por él”.
Cuántas ilusiones muertas encontramos y que nosotros podemos despertar.
Cuántas esperanzas muertas encontramos y que nosotros podemos avivar.
Cuántos corazones muertos de pena y que nosotros podemos revivir.
Cuántos muertos de hambre a los que nosotros pudiéramos dar un pan.
Pero:
Cuántas lágrimas de madre, no encontramos y que podemos secar.
El papa Benedicto decía: “¿quién es mi prójimo? aquel que está a mí lado y puedo hacer algo por él”.
Cuántas ilusiones muertas encontramos y que nosotros podemos despertar.
Cuántas esperanzas muertas encontramos y que nosotros podemos avivar.
Cuántos corazones muertos de pena y que nosotros podemos revivir.
Cuántos muertos de hambre a los que nosotros pudiéramos dar un pan.
Hay
mucha muerte en los caminos, en las familias, en el trabajo.
Y nosotros estamos llamados a tener sentimientos de compasión.
Estamos llamados a ser portadores de vida.
Es preciso que tomemos conciencia:
De que por la fe estamos vivos.
Y nosotros estamos llamados a tener sentimientos de compasión.
Estamos llamados a ser portadores de vida.
Es preciso que tomemos conciencia:
De que por la fe estamos vivos.
De que por la gracia estamos vivos. De que por
el amor estamos vivos.
De que por ser templos del Espíritu estamos vivos.
Y que por eso, nuestra misión es llevar vida donde quiera que estemos.
Dios nos ha llamado a ser vida de los demás.
De que por ser templos del Espíritu estamos vivos.
Y que por eso, nuestra misión es llevar vida donde quiera que estemos.
Dios nos ha llamado a ser vida de los demás.
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