Te llama
Es la primera vez que Jesús manda explícitamente algo: "les ordenó" y está relacionado con la pobreza. Dios nos quiere pobres de solemnidad; no quiere que tomemos nada consigo para que quede claro que solo nos apoyamos en la confianza de Aquel que nos envía.
Así la pobreza, tan mal vista y de la que huimos, es propuesta por Jesús como lugar de encuentro, pues cuando uno no tiene nada que custodiar y proteger cae en la cuenta que lo único valioso son las personas, la vida que se nos ha dado.
Jesús quiere que los suyos evangelicen dando testimonio del rostro de quien les envía, el cual "de rico como era se hizo pobre por nosotros", manifestando así, que Dios Padre escoge siempre lo pequeño y lo impotente para obrar sus grandes maravillas. A tal inmensa confianza en Dios le acompañará el poder de liberar del mal a los hombres y de curarlos con el bálsamo de la salud, es decir, con los mismos poderes que acompañaban a Jesús en su anuncio de la llegada del Reino.
Los discípulos ‘salieron’ a los cruces de los caminos a prolongar la actividad de Jesús: anunciar el evangelio, curar y expulsar demonios. Hoy oímos hablar mucho de Iglesia en salida. Solo podemos salir de verdad con la fuerza del Espíritu Santo.
Hoy quiero decirte con María y José: Sí, aquí me tienes.
Hágase en mí tu palabra.
Hoy, tenemos que llevar a cabo la evangelización cada vez con medios más humildes, sin apoyo de los poderes de este mundo... ¡Para que se vea que es obra Suya y no nuestra!
"Jesús llamó a los Doce y los fue enviando de dos en dos." Jesús sigue llamando hoy. Sigue llamando a cada persona que no encuentra su propósito en la vida. Llama donde se instala la tristeza. Donde la vida pasa sin sentido, sin ilusión. Y nos envía. Nos invita a ser luz y sal de tantas situaciones planas. Nos invita a seguirle y a aprender de Él a regalar alegría, paz, descanso, amor. Nos pide nuestra colaboración para ser Peregrinos de la esperanza. Que tanta noticia desoladora no nos robe la confianza en lo bello que es vivir y amar.
Coloquio en salida
Oigo mi nombre en
tus labios, Señor de la Vida,
que me invita a salir al Reino,
con mis temores, pero con tu fuerza;
con mis dudas, pero con tus certezas;
con mis tropiezos, pero con tu mirada puesta en el horizonte;
con mis inseguridades, pero con tu promesa;
con mi debilidad, pero con tu esperanza;
con mi nada, pero con tu todo.
Y entonces salí, con ilusión y empeño, hacia el Reino
y no vi más que sonrisas, abrazos y encuentros.
(Glòria Díaz Lleonart)
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